CAPÍTULO XXIX: De la concordia del mar y la luna

Lo más admirable es la gran relación del Océano con el curso de la luna, que en cada uno de sus ortos y ocasos, el Océano también, al liberar su ímpetu, lo que los griegos llaman ῥεῦμα (rheuma), cubre ampliamente las costas con su flujo, y al retirarse las descubre, mezclando y acumulando abundantemente las aguas dulces de los ríos con las saladas. Sin demora, al pasar la luna, el Océano también se retira, dejando estas aguas a su dulzura y medida natural, como si fuera arrastrado a regañadientes por ciertas aspiraciones de la luna, y nuevamente, al cesar la fuerza de la misma, se restablece a su medida propia. Pues así como la luna, según hemos enseñado antes, se levanta y se pone cada día cuatro puntos más tarde que el día anterior, así también el flujo del mar, ya sea diurno o nocturno, matutino o vespertino, no deja de llegar y retirarse cada día con un intervalo de tiempo casi igual. Un punto es la quinta parte de una hora, ya que cinco puntos hacen una hora. Por lo tanto, dado que la luna en sus dos meses, es decir, en 59 días, da cincuenta y siete vueltas alrededor de la tierra, el flujo del Océano en el mismo tiempo, duplicando este número, es decir, 114 veces, se eleva a las alturas y se retira al mismo número de veces a su cauce, porque la luna en 29 días da 28 vueltas alrededor de la tierra, y en las 12 horas que restan hasta la plenitud del mes natural, da media vuelta alrededor de la tierra, de modo que, por ejemplo, si el mes pasado estaba sobre la tierra al mediodía, ahora al mediar la noche sigue al sol bajo la tierra, por el mismo tiempo, con sus flujos duplicados, cincuenta y siete veces.

Los mares altos se hinchan, rompiendo sus barreras, y luego vuelven a su cauce. Porque la luna en medio mes, es decir, en 15 noches y días, da catorce vueltas alrededor de la tierra, y además media vuelta una vez. Por lo tanto, al atardecer llena el Oriente, que antes, siendo nueva, llenaba el Occidente al atardecer. Durante este tiempo, el mar fluye y refluye 29 veces; y así como la luna en 15 días, como hemos dicho, con la lentitud natural de su curso se desplaza de occidente a oriente al atardecer, y la que hoy al amanecer ocupaba el Oriente, después de 15 días al amanecer se verá en Occidente, así también el flujo del Océano, ahora vespertino, después de 15 días se convierte en matutino, y viceversa, el matutino, retrasado diariamente, se eleva vespertino. Y dado que la luna en un año, es decir, en sus 12 meses, que son 354 días, da doce vueltas menos, es decir, 342 veces, alrededor de la tierra, el flujo del Océano en el mismo tiempo baña y retrocede 684 veces. El mar imita el curso de la luna no solo en su acceso y retroceso común, sino también en un cierto progreso y declive perpetuo de su estado, de modo que no solo regresa más tarde que el día anterior, sino también más grande o más pequeño cada día.

Y se ha decidido llamar malinas a los crecientes, y ledones a los decrecientes, que, alternando en un ciclo de siete u ocho días, dividen cada mes entre sí con la variedad cuadriforme de su cambio. A menudo, ambos completan su curso en igual medida en siete días y medio, a menudo, ya sea por vientos que los impulsan o repelen, o por cualquier otra fuerza natural que se sume o los obligue, llegan más tarde o más temprano, o fluyen con más o menos fuerza de lo habitual, de modo que a veces, con el orden alterado, la malina reclama más flujos para sí en este mes, menos en otro; por lo tanto, ambos movimientos ahora nacen en el flujo vespertino, ahora en el matutino. Y si el flujo vespertino o el novilunio, o el plenilunio, coinciden con el nacimiento de la malina, ese flujo se hace cada día más grande y violento durante los siete días de la malina que siguen al flujo matutino. De manera similar, si la malina ha nacido bajo el flujo matutino, el matutino ya cubre las tierras con mayor extensión durante los días. Por otro lado, el vespertino, contento con los límites que el flujo matutino había comenzado, no se extiende más allá, aunque en algunos meses ambos flujos progresan en un crecimiento completamente diferente. Cuanto más el flujo mayor cubre las costas y tierras, y llena los ríos y estrechos, tanto más al retirarse acostumbra a vaciar y desnudar las mismas costas del mar. Por lo tanto, que vea quien pueda si es cierto lo que, según el testimonio de Felipe, algunos afirman y confirman, que esa inmensa efusión del mar Océano a través de los ríos de todas las regiones y patrias ocurre en un solo punto de tiempo. Sabemos, nosotros que habitamos la diversa costa del mar Británico, que cuando este mar comienza a fluir, a esa misma hora otro comienza a calmarse; y de aquí parece a algunos que la ola que se retira de un lugar corre a otro, y nuevamente, dejando los límites que había alcanzado, regresa apresurada a los anteriores, por lo que la malina mayor, al retirarse de estas costas, se aleja más, para que al llegar a otro lugar pueda desbordarse más, lo cual puede fácilmente deducirse del curso de la luna.

Por ejemplo, este mar, cuando la luna está situada cerca del aumento brumoso del sol, o de su ocaso solsticial, sea cual sea su edad, ya sea sobre la tierra o bajo ella, suele elevar el flujo; pero situada cerca del ocaso brumoso del sol, o de su orto solsticial, lo refleja. Sin embargo, en otras partes, el retroceso del mar es señalado por la luna donde aquí marca el acceso; no solo eso, sino que en una misma costa, los que habitan hacia el norte reciben y devuelven el flujo del mar mucho antes que los que están hacia el sur, mucho más tarde, manteniendo en cada región la luna siempre la regla de la sociedad con el mar que una vez ha aceptado. Por lo tanto, hemos encontrado que la malina comienza casi cinco días antes de la luna nueva o llena, y la ledona tantos antes de la luna dividua, y que alrededor de los dos equinoccios los flujos se elevan más de lo habitual, mientras que son vacíos en el solsticio de invierno, y más en el solsticio de verano, y siempre que la luna se aleja hacia el norte y más lejos de la tierra, los flujos son más suaves que cuando se desplaza hacia el sur y ejerce su fuerza con más vigor, lo que la razón natural obliga. Además, cada diez y nueve años, según el orden del ciclo lunar, también el curso del mar regresa a los principios del movimiento y a incrementos iguales.