CAPÍTULO XX: Cómo determinar la fase de la luna en cada Calenda

En el primer año del ciclo decennovenal, en el cual no hay epactas, la luna es la novena en las Calendas de Enero, la décima en las Calendas de Febrero, la novena en las Calendas de Marzo, la décima en las Calendas de Abril, la undécima en las Calendas de Mayo, la duodécima en las Calendas de Junio, la decimotercera en las Calendas de Julio, la decimocuarta en las Calendas de Agosto, la decimoquinta en las Calendas de Septiembre, la decimosexta en las Calendas de Octubre, la decimoséptima en las Calendas de Noviembre, y la decimoctava en las Calendas de Diciembre. Toma estos números como los regulares de cada mes, y al añadirles las epactas anuales, podrás determinar sin error qué luna es en cada Calenda. Por ejemplo, si deseas saber qué luna es en las Calendas de Enero en el segundo año del ciclo decennovenal, toma los regulares IX, añade las epactas XI, y obtienes XX, siendo la vigésima luna. Si deseas saber qué luna es en las Calendas de Junio en el tercer año, toma los regulares XII, añade las epactas de ese año XXII, y obtienes XXXIV; resta XXX, quedan IV, siendo la cuarta luna en las Calendas mencionadas. Si alguien objeta que el orden de este argumento o del anterior vacila en algún lugar, que demuestre un argumento más veraz y conciso en tales cuestiones, y nosotros lo aceptaremos con gusto y gratitud.

Este argumento precedente que hemos mencionado, ya lo hemos dado a algunos para transcribir, y consideramos que debe ser colocado al principio de nuestro pequeño trabajo. Sin embargo, el presente argumento sobre la búsqueda de la luna de las Calendas, basta con haberlo mencionado y enseñado en este lugar. Pues, conocida la luna en las Calendas, fácilmente se podrá determinar su edad en los demás días de cada mes, cantando el mes mismo y los dígitos concurrentes. Hay tres años en el ciclo decennovenal en los que este argumento no puede mantener la estabilidad de su tenor: a saber, el octavo, el undécimo, y el decimonoveno, debido a la variada y dispersa inserción de embolismos a lo largo del año. En el octavo año, la luna de las Calendas de Mayo se computa como XXVIII según el argumento, pero debido al embolismo que se inserta en el mes de Marzo, se prueba que es XXVII. Asimismo, en las Calendas de Julio, según el argumento, la luna podría ser XXX, pero debido a la adición del día que la superfluidad del embolismo trajo, se convierte en XXIX. En el año XI, porque la luna del embolismo se enciende el día antes de las Nonas de Diciembre, hace que la luna en las Calendas de Marzo sea la vigésima octava, cuando el argumento enseña que debería ser XXIX. En el año XIX, porque la luna del embolismo comienza el tercer día de las Nonas de Marzo, obliga a que la luna en las Calendas de Mayo se compute como XXVIII cuando según el cálculo del argumento se canta XXIX, y en ese año la razón del salto lunar, de la cual hablaremos más adelante, impugna la credibilidad del mismo argumento.

Si comienzas el argumento según los egipcios desde el mes de Septiembre, donde comienza su año, es necesario que la luna del mes de Julio tenga ese año XXIX días como nunca antes, perdiendo uno, a saber, por la razón del salto, y por eso la luna de las Calendas de Agosto se convierte en la tercera, que según la regla del argumento se computaba como la segunda. Si, por otro lado, prefieres tomar el principio del argumento desde Enero, como enseñamos arriba, en el mismo orden la luna en las Calendas de Diciembre cae en VII, que según el argumento se pensaba que debía ser la sexta, porque ciertamente la luna del mes de Noviembre pierde un día, y se ve obligada a contentarse con XXIX días en lugar de los XXX acostumbrados. Todo esto se enseña mejor conversando que escribiendo. No obstante, no debe pasarse por alto que algunos comienzan este argumento desde Septiembre, colocando para el mismo Septiembre los regulares V, Octubre V, Noviembre VII, Diciembre VII, y así sucesivamente, como hemos puesto arriba: lo cual hacen razonablemente por la autoridad de los egipcios, para que aquellos de quienes se tomó el origen del cómputo, también imiten el principio del año en su cómputo. Sin embargo, a otros les parece mucho más adecuado y expedito que todo el cómputo, en la medida en que la necesidad de la razón no lo impida, comience desde el principio de su año incluso entre los romanos, y que la razón y el orden intemerato prosigan hasta el final del año.