CAPÍTULO XXXIX: Sobre la medida del crecimiento y el bisiesto

Sobre la medida del incremento del año bisiesto, para que no te pase desapercibida nuestra opinión, decimos que el cuadrante de ese día, es decir, seis horas por año, se incrementa; una hora cada dos meses, y media hora cada mes, refiriéndonos al sol natural. Además, una cuarta parte de la hora, es decir, un punto por medio mes, porque sabemos que el sol recorre el círculo zodiacal, es decir, los doce signos del horóscopo en CCCLXV días y VI horas; y cada signo de ese zodiaco se completa en XXX días y X horas y media en su curso natural, mientras que la mitad de cada signo se recorre en XV días, V horas y un cuarto de hora. No creemos en absoluto que deba aceptarse la opinión de aquellos que, como si no atribuyeran nada a la noche, afirman que solo tres horas se añaden al año bisiesto. Si así fuera, no se completaría el día entero que ha crecido hasta después de un ciclo de ocho años, pues incluso el pueblo más sencillo sabe que un día completo, es decir, con su noche, tiene XXIV horas.

Si no se niega que el día completo se cumple en un cuatrienio, ¿por qué se niega que su cuarta parte se cumpla cada cuatro años? Pero si alguien considera que nuestra afirmación debe ser despreciada, que lea el cuarto libro de la Santa Trinidad del beato Aurelio Agustín, donde, al disertar sobre la perfección del número seis, en el que el mundo fue creado, no omite mencionar este cuadrante, e incluso enseña que fue previsto y hecho por la sabiduría del omnipotente Creador con un cierto misterio. «Uno, dos y tres, hacen seis; este número se dice perfecto porque se completa con sus partes. Tiene tres, sexta, tercera y mitad, y no se encuentra en él ninguna otra parte que pueda decirse cuál es. La sexta parte de él es uno, la tercera es dos, la mitad es tres. Uno, dos y tres completan el mismo seis, cuya perfección nos recomienda la Sagrada Escritura, especialmente en que Dios hizo sus obras en seis días, y el hombre fue hecho a imagen de Dios en el sexto día, y en la sexta edad de la humanidad, el Hijo de Dios vino y se hizo hijo del hombre, para reformarnos a la imagen de Dios.

Un año también, si se consideran doce meses completos, que treinta días completan, tal mes observaron los antiguos, que el ciclo lunar muestra, tiene el poder del número seis. Porque lo que valen seis en el primer orden de números, que consta de unidades hasta llegar a diez; eso valen sesenta en el segundo orden, que consta de decenas, hasta llegar a cien. El número sexagenario, por tanto, es la sexta parte del año.» Y poco después: «Por lo tanto, dice, el primer verso se multiplica por seis, como el sexto del segundo verso, y se hacen seis veces sesenta, trescientos sesenta días, que son doce meses completos. Pero como el mes es mostrado a los hombres por el ciclo de la luna, así el año es observado por el ciclo del sol, quedan cinco días y un cuarto de día para que el sol complete su curso y concluya el año; pues cuatro cuadrantes hacen un día, que es necesario intercalar en el curso de cuatro años, lo que llaman bisiesto, para que no se altere el orden de los tiempos; incluso si consideramos esos cinco días y el cuadrante, el número seis tiene mucho valor en ellos, primero, porque, como suele hacerse, para contar el todo desde la parte, ya no son cinco días, sino más bien seis, para que ese cuadrante se tome como un día; además, porque en esos cinco días está la sexta parte del mes, y el mismo cuadrante tiene seis horas, pues un día completo, es decir, con su noche, son XXIV horas, de las cuales la cuarta parte, que es el cuadrante del día, son seis horas; así, en el curso del año, el número seis tiene mucho valor.» Me ha complacido extraer estas palabras de tan gran autor, para que al releer el sentido de mi pequeñez sobre la naturaleza del bisiesto, no solo entiendas que crece anualmente por seis horas, sino también la múltiple perfección del mismo número seis, en el que se basa el año mismo, desde la boca del más docto tratador.