PREFACIO

Sobre la naturaleza de las cosas y la razón de los tiempos, en su momento compuse dos pequeños libros en un lenguaje conciso, que consideraba necesarios para los estudiantes. Cuando comencé a entregarlos y explicarlos a algunos hermanos, decían que estaban organizados de manera mucho más breve de lo que deseaban, especialmente el titulado "De temporibus". Este último, debido a la cuestión del cálculo de la Pascua, parecía requerir un tratamiento más extenso: me aconsejaban que disertara más ampliamente sobre el estado, el curso y el fin de los tiempos. Movido por estas sugerencias y habiendo revisado los escritos de los venerables Padres, publiqué un libro más extenso sobre los tiempos, según lo que pude lograr con la ayuda de Aquel que, siendo eterno, estableció los tiempos cuando quiso y conoce los fines de los tiempos: de hecho, Él mismo impondrá el fin a los cursos de los tiempos cuando lo deseé. En esta obra, para que nadie se ofenda, he seguido más la verdad hebrea que la edición de los Setenta (LXX) en la serie del siglo anterior: y también he incluido esta última siempre que parecía diferir, para que el lector pueda ver ambas y elegir lo que considere más digno de seguir. Tengo una opinión firme, que creo que ningún prudente debería refutar, de que, al igual que el reverendísimo intérprete de la verdad hebrea respondió a los detractores de su obra: "No condeno, no repruebo a los Setenta, pero prefiero a los apóstoles sobre todos ellos", así también yo profeso con confianza que no repruebo a los antiguos cronógrafos, quienes a veces siguieron la traducción de los Setenta, y a veces, como les placía, la despreciaron, como se mostrará en el desarrollo de esta pequeña obra nuestra; pero prefiero sobre todos ellos la pureza íntegra de la verdad hebrea, que los más eminentes doctores, Jerónimo en los libros de las Cuestiones Hebreas, Agustín en el libro de la Ciudad de Dios, y el mismo Eusebio, cronógrafo, en el tercer libro de la Historia Eclesiástica, a partir de las palabras del historiador Josefo, escribiendo contra Apión el Gramático, "comprobaron que la serie de tiempos es más breve de lo que comúnmente se dice que contiene la edición de los Setenta", y no dudan en que esta es la que debe seguirse, incluso aquellos que elevan a los Setenta con grandes y divinas alabanzas al cielo: creo que cualquiera que examine sus palabras dejará de calumniar nuestro trabajo, si no lo contempla con miradas envidiosas, lo cual espero que no sea el caso. Sin importar cómo reciban mis escritos, ofrezco el primer libro que he editado según mi capacidad, para que lo revises y examines, mi querido abad Huetberto, rogando encarecidamente que si encuentras algo censurable en él, me lo indiques para corregirlo de inmediato. Pero si ves que está ordenado y razonablemente hecho, agradezcamos devotamente a Dios, quien lo ha concedido, y sin quien no podemos hacer nada. Si a alguien le ofende o le parece superfluo que me haya atrevido a intentar algo sobre este asunto, o que haya intentado componer una nueva obra a partir de lo que se podía encontrar disperso en los escritos antiguos, que escuche lo que dice San Agustín: "Es necesario que se escriban muchos libros por muchos autores, con estilos diversos pero con la misma fe, incluso sobre las mismas cuestiones, para que el asunto llegue a muchos: a unos de una manera, a otros de otra". Y que escuche mi sencilla respuesta: A quien le desagrade o le parezca superfluo lo que he recopilado a petición de los hermanos y he concluido en un solo libro, que lo deje de lado si quiere, y que él mismo, extrayendo de las fuentes comunes de los Padres lo que considere suficiente para él y los suyos, mantenga conmigo, no obstante, los derechos inmaculados de la fraternidad.

INCIPIT LIBER.