CAPÍTULO LXVI: Crónica o de las seis edades de este siglo

Sobre las seis edades de este mundo y la séptima u octava de descanso y vida celestial, ya hemos mencionado algo al compararlas con la primera semana en la que el mundo fue adornado. Ahora, en comparación con la vida de un hombre, a quien los filósofos griegos suelen llamar microcosmos, es decir, "pequeño mundo", expondremos estas mismas edades con mayor amplitud.

La primera edad del mundo transcurre desde Adán hasta Noé, abarcando, según la verdad hebrea, 1656 años, y según los Setenta intérpretes, 2242 años, comprendiendo diez generaciones en ambas versiones. Esta edad fue borrada por el diluvio universal, así como la infancia de cada hombre suele sumirse en el olvido; pues, ¿quién recuerda realmente su infancia?

La segunda edad se extiende desde Noé hasta Abraham, incluyendo diez generaciones según la tradición hebrea y once según los Setenta, con una duración de 292 años en la primera versión y 1072 en la segunda. Esta fue como la infancia del pueblo de Dios y, por ello, en ella se encontró una lengua única, el hebreo. En efecto, después de la infancia, el hombre comienza a hablar, tras haber pasado la etapa en la que, como indica el término "infante", no puede hablar.

La tercera edad va desde Abraham hasta David, comprendiendo catorce generaciones en ambas versiones y 942 años. Esta edad representó la adolescencia del pueblo de Dios, y como es en la adolescencia cuando el hombre empieza a poder engendrar, el evangelista Mateo tomó como punto de partida a Abraham para la genealogía, ya que fue constituido padre de las naciones cuando recibió su nuevo nombre.

La cuarta edad transcurre desde David hasta la deportación a Babilonia, contando con 473 años según la tradición hebrea y doce más según la traducción de los Setenta, con diecisiete generaciones en ambas versiones. Sin embargo, Mateo, por un designio misterioso, menciona solo catorce. En esta edad, equivalente a la juventud, comenzó el tiempo de los reyes en el pueblo de Dios, pues esta etapa de la vida es la más adecuada para gobernar.

La quinta edad, semejante a la vejez, va desde la deportación a Babilonia hasta la venida del Señor Salvador en la carne. También comprende catorce generaciones y se extiende por 589 años, en los cuales el pueblo hebreo, como agotado por el peso de una ancianidad fatigosa, fue sacudido por calamidades cada vez más frecuentes.

La sexta edad, la actual, no tiene una sucesión fija de generaciones o tiempos, sino que, como una ancianidad decrepita, ha de concluir con la muerte de todo el mundo.

Aquellos que, con una muerte feliz, han superado estas edades afligidas y llenas de trabajos, han sido acogidos en la séptima edad, el descanso eterno del sábado, y esperan la octava edad de la bienaventurada resurrección, en la cual reinarán por siempre con el Señor.