La Primera Edad

En la primera edad del mundo naciente, en el primer día de este, Dios creó la luz a la que llamó día. En el segundo día, estableció el firmamento del cielo en medio de las aguas, con las mismas aguas y la tierra junto con el cielo superior y las virtudes que en él alababan al Creador, creadas antes del inicio de estos seis días. En el tercer día, al reunir las aguas en su lugar que cubrían todo, ordenó que apareciera lo seco. En el cuarto día, colocó las estrellas en el firmamento del cielo, lo cual ahora, según la conjetura del equinoccio, llamamos el duodécimo de las Calendas de abril. En el quinto día, creó los seres vivientes que nadan y vuelan. En el sexto día, formó los animales terrestres y al mismo hombre, Adán, de cuyo costado mientras dormía produjo a Eva, la madre de todos los vivientes, lo cual ahora, según me parece creíble, se llama el décimo de las Calendas de abril.

Por lo tanto, se cree con razón, si no prevalece una opinión más verdadera, que el beato Theophilus, junto con otros, no solo de Palestina, sino también con muchos obispos de otras regiones, al discutir sobre la Pascua, escribió que en ese mismo décimo día de las Calendas de abril el Señor fue crucificado. Pues convenía que en un mismo día no solo de la semana sino también del mes, según Adán, por la salvación del género humano, con su muerte vivificadora, santificara para sí mismo a la Iglesia como esposa, con los Sacramentos celestiales producidos de su costado, en el cual día primero creó a Adán, el padre del género humano, y de su costado, tomando una costilla, edificó a la mujer, con cuya ayuda se propagara el género humano.

[A. M. Hebr. 130. Sep. 230.] Adán, a la edad de 130 años, engendró a Set; y vivió después de eso 800 años. Sin embargo, los intérpretes de los Setenta colocaron 230 años antes del nacimiento de Set, y después 700. Set se interpreta como resurrección, significando la resurrección de Cristo de entre los muertos, cuya muerte infligida por los judíos es significada por Abel, quien es llamado luto, asesinado por su hermano Caín.

[A. M. Hebr. 235. Sept. 435.] Seth, a la edad de 105 años, engendró a Enós; y vivió después 807 años. Por otro lado, los Setenta colocaron 205 años antes del nacimiento de Enós, y después 707 años. Enós se interpreta como "hombre", de quien se dice acertadamente: "Este comenzó a invocar el nombre del Señor", porque es propio de los hombres, al recordar su fragilidad, invocar la ayuda del Creador, especialmente aquellos que, viviendo en la fe de Cristo, se alegran de ser hijos de la resurrección.

[A. M. Hebr. 325. Sept. 625.] Enós, a la edad de 90 años, engendró a Cainán; y vivió después de haberlo engendrado 815 años. Sin embargo, los Setenta (Septuaginta) establecieron 190 años antes del nacimiento de Cainán, y después 715 años.

[A. M. Hebr. 395. Sept. 795.] Cainan, a la edad de setenta años, engendró a Malaleel: después de cuyo nacimiento vivió ochocientos cuarenta años. Los Setenta (Septuaginta) dicen que antes del nacimiento de Malaleel tenía ciento setenta años, y después vivió setecientos cuarenta años.

[A. M. Hebr. 460. Sept. 960.] Malaleel, a la edad de sesenta y cinco años, engendró a Jareth; y vivió después ochocientos treinta años. Los Setenta, antes del nacimiento de Jareth, colocaron ciento sesenta y cinco años, y después setecientos treinta.

[A. M. Hebr. 622. Sept. 1122.] Jareth, a la edad de 162 años, engendró a Enoc; y vivió después de haberlo engendrado 800 años. En esta generación, ambos Códices no presentan discrepancias.

Hemos descubierto que este Enoc escribió algunas cosas divinas, como atestigua el apóstol Judas. Pero, como dice el beato Agustín: «No en vano no están en ese canon de las Escrituras que se conservaba en el templo del pueblo hebreo por la diligencia de los sacerdotes sucesores, sino porque, debido a su antigüedad, se juzgaron de fe sospechosa, ni se podía encontrar si estas eran las que él había escrito.» Por lo tanto, aquellas que se presentan bajo su nombre y contienen esas fábulas sobre los gigantes, que no tuvieron hombres como padres, son correctamente juzgadas por los prudentes como no dignas de ser creídas como suyas.

[A. M. Hebr. 687. Sept. 1287.] Enoc, a los sesenta y cinco años, engendró a Matusalén; después del nacimiento de este, vivió trescientos años, y caminó con Dios. Los Setenta, antes del nacimiento de Matusalén, establecieron ciento sesenta y cinco años, y después doscientos. Y bien, en la séptima generación, Enoc, que se interpreta como dedicación, fue llevado por Dios de entre los mortales, porque la ciudad de los elegidos, trabajando por Dios en las seis edades de este siglo, en la séptima espera la gloria de la dedicación del futuro Sábado. Pero como los réprobos están contentos solo con la felicidad presente, Caín consagra la ciudad que estableció

no en la séptima generación, sino en su primogénito, su hijo Enoc.

[A. M. Hebr. 874. Sept. 1454.] Matusalén, de ciento ochenta y siete años, engendró a Lamec; a quien sobrevivió por setecientos ochenta y dos años, es decir, hasta el diluvio. Los Setenta (Septuaginta) antes del nacimiento de Lamec establecen ciento sesenta y siete años, y después ochocientos dos. Este número, como el lector verá fácilmente, según la verdad hebrea, excede en veinte años, y según la autoridad de ellos, en catorce años los tiempos del diluvio. Sobre esta famosísima cuestión, los Padres más doctos, Jerónimo en el libro de las Cuestiones Hebraicas, y Agustín en el libro de la Ciudad de Dios, en el decimoquinto, discuten de manera muy completa.

[A. M. Hebr. 1056. Sept. 1642.] Lamec, de ciento ochenta y dos años, engendró a Noé; a quien sobrevivió quinientos noventa y cinco años. Los Setenta colocan antes del nacimiento de Noé ciento ochenta y ocho años, y después quinientos sesenta y cinco. En esta sola generación la suma total discrepa, porque se encuentra que Lamec vivió veinticuatro años más en los códices hebreos que en los de los Setenta (Septuaginta).

[A. M. Hebr. 1656. Sept. 2242.] En el año 600 de Noé, vino el diluvio, en el segundo mes, el día 17 del mes. En cuanto a la diferencia de años entre la autoridad hebrea y la de los intérpretes de los Setenta, para que nadie nos acuse de haber planteado nuevas cuestiones, que lea las obras mencionadas de los Padres antes citados, y entenderá que esta distancia ya era muy conocida desde hace tiempo. Sobre el origen de esta diferencia, cuando el beato Agustín la investigó con gran diligencia, dijo en el libro mencionado, capítulo XIII, entre otras cosas, lo siguiente: «Por lo tanto, es más creíble decir que, cuando estas cosas comenzaron a ser copiadas por primera vez de la biblioteca de Ptolomeo, algo así pudo haber ocurrido en un solo códice, pero primero copiado de allí, de donde ya se difundió más ampliamente, donde también pudo haber ocurrido un error del escriba. Y esto en la cuestión de la vida de Matusalén no es absurdo sospecharlo.» Y después de algunas cosas: «No dudaría en absoluto, dice, que se haga correctamente, de modo que cuando se encuentra algo diferente en ambos códices, dado que no puede ser verdadero en ambos para la fe de los hechos, se crea más bien a la lengua de la cual se hizo la traducción a otra por los intérpretes.»