CAPÍTULO LXIII: Diferencia entre Pascua y Ázimos

Y dado que hemos mencionado brevemente la observancia de la Pascua, también nos ha parecido bien indicar que, según la escritura de la ley, la Pascua y la solemnidad de los ázimos son distintas. Un día es la Pascua, es decir, el tránsito, específicamente el decimocuarto día del primer mes, en el cual se ordenó inmolar el cordero al atardecer; y enseguida, en la noche siguiente, el Señor pasó hiriendo a los primogénitos de los egipcios y liberando las casas de los hijos de Israel marcadas con la sangre del cordero. Los siete días siguientes, es decir, desde el decimoquinto hasta el vigésimo primero del mismo mes, se llaman propiamente los días de los ázimos; pues está escrito en Éxodo, donde se manda inmolar el cordero el decimocuarto día del primer mes al atardecer: "Y lo comeréis apresuradamente, porque es la Pascua, es decir, el tránsito del Señor." Y: "Pasaré por la tierra de Egipto esa noche, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto." Y poco después: "Y cuando vuestros hijos os pregunten: ¿Qué es esta religión? diréis: Es la víctima del tránsito del Señor, cuando pasó sobre las casas de los hijos de Israel en Egipto, hiriendo a los egipcios y liberando nuestras casas." También en Levítico: "En el primer mes," dice, "el decimocuarto día del mes al atardecer, es la Pascua del Señor, y el decimoquinto día de este mes es la solemnidad de los ázimos del Señor; durante siete días comeréis ázimos, el primer día será para vosotros el más célebre y santo.

No haréis en él ningún trabajo servil, sino que ofreceréis sacrificio en fuego al Señor durante siete días." Y para que nadie piense que hemos entendido las palabras de la ley de manera diferente a la verdad, que el más docto en las letras legales, y sacerdote, vea qué opina José. Escribe en el libro de las Antigüedades de esta manera: "El decimocuarto día de la luna del primer mes se inmola el cordero, y el decimoquinto sigue la festividad de los ázimos, que se celebra durante siete días. En el segundo día de los ázimos, que es el decimosexto, ofrecen las primicias de las cosechas que siegan. Esta costumbre de los ritos legales también ahora la Iglesia imita no sin nobleza, observando principalmente una noche del tránsito del Señor, es decir, de su resurrección de entre los muertos, en la cual se dignó salvar a los fieles piadosos triunfando, en cuyo amanecer la sangre, es decir, del mismo cordero inmaculado, limpia a su pueblo lavado en la fuente de la regeneración de todo pecado, y luego añade otros siete días en memoria de la misma resurrección del Señor con una festividad adecuada. Pero porque también el mismo día de la Pascua se ordena ser purificado de levadura, la Escritura del Evangelio a veces lo llama el primer día de los ázimos. Y diciendo: "El primer día de los ázimos, cuando inmolaban la Pascua, le dicen sus discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos y preparemos para que comas la Pascua?" También el día XV del primer mes, desde el cual comienzan los siete días de los ázimos, por la cercanía de la Pascua lo llama con su nombre, cuando dice: "Y ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse, sino para comer la Pascua"; no porque la Escritura evangélica sea contraria a la ley, sino porque el sacramento que convenía inculcar con esta asociación de vocablos nos lo ha recordado más vivamente.

Pues, salvando una discusión más sutil, podemos entender que cada uno de nosotros ha celebrado los solemnes misterios de la Pascua en el día de su bautismo, escapando al exterminador espiritual con la señal de la preciosa sangre, pasando las tinieblas espirituales, y durante todo el tiempo de nuestra vida, que llevamos en esta peregrinación, celebremos los siete días de los ázimos, en los cuales, como enseña el Apóstol, no debemos banquetear con la levadura de malicia y maldad, sino con los ázimos de sinceridad y verdad. Y porque en el bautismo, para que podamos pasar del poder de Satanás a la parte de la herencia de los santos, es necesario mantener la sinceridad y la verdad, y también durante todo el tiempo de nuestra peregrinación, que se desarrolla en el número de siete días, se nos ordena pasar diariamente a cosas mejores, como si nos alimentáramos de los ázimos de la Pascua, y en los días de los ázimos celebráramos espiritualmente la Pascua."