CAPÍTULO XLIV: Sobre el círculo decennovenal

El primer orden del ciclo decennovenal fue compuesto por Eusebio, obispo de Cesarea de Palestina, para encontrar las decimocuartas lunas del festival pascual y el mismo día de Pascua, ya que la luna de cualquier edad regresa después de tanto tiempo al mismo día del año solar. No porque Egipto, o las demás Iglesias de Cristo en Oriente, no supieran encontrar correctamente el curso de la luna o el día pascual, sino porque lo que anualmente se investigaba con esfuerzo en esos tiempos y se mandaba por el mundo solía entrar en cuestión frecuentemente. Con una regla circular prefijada, siempre se podía observar y aprender sin la duda del escrúpulo.

Finalmente, se dice que antiguamente se delegó al obispo de la Iglesia de Alejandría la tarea de dedicar su esfuerzo y cuidado a la investigación del cómputo pascual, para que, anunciando al pontífice de la sede apostólica, hiciera que los demás líderes de las Iglesias reconocieran el día solemne de Pascua. Por eso, el beatísimo papa León pidió al emperador Marciano que delegara al obispo de Alejandría para que examinara diligentemente el pascual de San Teófilo, en el cual parece que el día de Pascua estaba fijado en el octavo día antes de las Calendas de mayo, pensando que no había sido correctamente escrito. Entre otras cosas, dice: «Los santos Padres se esforzaron por eliminar esta ocasión, delegando todo este cuidado al obispo de Alejandría, ya que entre los egipcios parecía haber sido transmitida desde antiguo la pericia de este cálculo, por medio del cual se indicaba anualmente a la sede apostólica el día de la mencionada solemnidad, cuyo escrito se difundía como indicación a las Iglesias más lejanas.

Sin embargo, para que tal labor descansara alguna vez, el mencionado hombre compuso un ciclo ahora ampliamente conocido, que al comprender las decimocuartas lunas del primer mes en orden, dejaba que cualquiera encontrara fácilmente el día de Pascua, que sería el siguiente domingo. Proterio, obispo de la ciudad de Alejandría, al responder a la investigación del santo papa León, mereció que se proclamara con tal tenor de rescripto: Me alegraron las cartas de tu amor, que nuestro hermano y coobispo Nectario trajo con piadoso oficio. Era necesario que tales escritos fueran enviados a la sede apostólica por el prelado de la Iglesia de Alejandría, mostrando que los egipcios aprendieron esto desde el principio por el magisterio del beatísimo apóstol Pedro a través de su discípulo el beato Marcos, lo cual se sabe que los romanos creyeron».