Epístola 100: R100: Hildegard von Rupertsberg a Nikolaus von Heilsbronn

Respuesta de Hildegarda.

La verdadera luz en la iluminación, dice por boca de la sabiduría: La antigua ley dejó atrás los signos oficiales y se cansó de escuchar la palabra, y no quiso trabajar. Así, llegó a su fin. Entonces la iglesia se levantó bajo el estandarte del rey y observó la misma ley con el ojo más puro, sin cansarse, sino que trabajó de buen grado. Así debes hacer tú, oh valiente soldado.

Y además, cuando un guerrero saca a su ejército, si un hombre vil permite que su estandarte caiga, otro hombre muy fuerte lo levanta y lo lleva con vigor, por lo cual su señor lo ama mucho y le da una gran recompensa. Así te sucederá a ti si, en lugar de Cristo, trabajas arduamente con él. Tu mente brilla con cierta buena intención hacia Dios, pero un viento de torbellino de inutilidad te fatiga, del cual el Espíritu Santo te librará.

Las calles de algunas ciudades están llenas de lodo, el calzado de algunos hombres está lleno de podredumbre, y la justicia está oscurecida por la iniquidad. Los preceptos de la ley están violados junto con la transgresión de los mandamientos de Dios. Por lo tanto, los pastores deben lamentarse y cubrirse de ceniza, porque los grados establecidos de la iglesia ya no quieren saber lo que son. Pues la cabeza carece de ojos y los pies no tienen caminos, ya que las abominaciones de la iniquidad excesiva de los hombres aún no han sido purgadas completamente de la mano de Dios.

Sin embargo, estos males no durarán mucho tiempo y una luz mejor brillará más que la anterior. Ahora bien, algunos hombres están divididos en dos partes en su corazón: por una parte, con la altivez de su mente, quieren saberlo todo; por otra, odian el progreso de aquellos que caminan por el camino recto. Esta perniciosa turba diabólica, que se llama el corazón del mal, los fatiga intensamente y de manera nociva. Y este tipo de espíritus malignos no se atreve a contradecir lo que Dios ha establecido, sino que distraen cada causa ajena, de modo que lo que quieren y eligen en la perdición, lo llaman bueno y santo en Dios en su estimación. Así llevan al pueblo a una gran burla.

¿Pero cómo debe evitarse este tipo? Se destruye con la humildad y estabilidad de los hombres fieles.