Epístola 149: R149: Preboste G. a Hildegard von Rupertsberg

Un preboste a Hildegarda.

A la señora Hildegarda, verdadera sierva de Dios, del monasterio de San Ruperto, G., que ocupa el cargo de prelado, ofrece lo que vale la oración de un pobre pecador.

Así como todo aquel que es herido por un veneno mortal se apresura como el ciervo a la verdadera fuente, es decir, a Cristo, y expulsa de sí el veneno dañino, yo, cargado con tales inconvenientes, recurro a la fuente que Dios ha dignado revelarnos por su Espíritu, buscando remedio. No dudo en que sepáis cuán rápidamente ha perecido casi toda la religiosidad que antes existía y cuán impúdicamente ha ocupado su lugar una presunción odiosa. Por tanto, dado que la Iglesia cojea en la dignidad y el nombre apostólico y no sabe a qué cabeza mirar verdaderamente, y porque cada vagabundo toma ejemplo de ello, aborreciendo la religión de la buena conversación, aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios están profundamente preocupados por cuál debe ser su fin según la voluntad de Dios.

Por ello, con buen consejo, recurro a vos y os ruego que, enseñada por el Espíritu, me escribáis lo que penséis acerca de esto o de mí mismo. Estoy dispuesto a obedecer en todo a vuestros consejos.