Epístola 38: R38: Hildegard von Rupertsberg a Gottfried von Rhenen

Respuesta de Hildegarda.

Oh tú, persona tomada y llamada por Dios, para que obres según Él, imitándolo, ya que Dios todo lo edifica, gobierna y unge. Pues el Dios omnipotente creó el mundo por su palabra, también lo gobierna y santifica todas las cosas en el agua, lavando los pecados de los hombres. Dios creó todas las criaturas y las gobernó, e incluyó al hombre con ellas, tal como el artesano hace elegantes sus vasijas a través del fuego. Pero luego, el glorioso día se convirtió en noche oscura por la desobediencia en la caída de Adán, y por esto los hombres vivieron en pecados y olvido, como si Dios no existiera.

Entonces Dios purificó toda la tierra de los pecados criminales de los hombres por medio de las aguas del diluvio, y así surgieron los santos, la ley y los profetas. Finalmente, el Hijo de Dios vino, y no habría sido apropiado que estuviera en un tiempo vacío en el que no encontraría justicia alguna, así como el hombre no fue creado antes de que toda criatura lo mostrara. El Hijo de Dios vino para redimir todo el mundo por la obediencia, por el crisma del bautismo y por la penitencia.

Ahora tú, pastor, cuida de no estar en un tiempo infantil que no conoce a Dios, sino que debes estar en el tiempo de los justos y santos y en la manifestación de los profetas, alcanzando la justicia en tus obras, tal como Dios previó todas las cosas antes de hacerlas, y gobierna a tu pueblo según Él. Tú también ofrece ayuda al pueblo en lugar de Cristo, para que no seas como la trompeta que suena y no obra, sino que seas un buen olor de virtudes para que vivas eternamente. Y di: "Te exaltaré, Dios mío, Rey, y bendeciré tu nombre por los siglos y los siglos."

Porque cuando entiendas que estás en la cátedra episcopal, alaba a Dios en todos tus caminos, exáltalo en buenas obras y repite sin tedio sus preceptos a tu pueblo, rumiándolos. Bésalo con fe y abrázalo en buenas obras. También, en buena conversación, muestra a tu Dios y magnifícalo en sus juicios como justo rey, para que gobiernes correctamente a tu pueblo y lo unjas con misericordia. No arrastres tras de ti ningún crimen nocivo, es decir, no aceptes regalos por justicia, y así invoca su nombre, para que en todo esto tengas temor de Él, pues es Rey, y harás esto todos los días de tu vida, mientras vivas en este mundo, para que después vivas eternamente en el mundo infinito.