Epístola 63: R63: Konrad von Kaisheim a Hildegard von Rupertsberg

A Hildegarda, de Konrad, abad de Kaisheim:

Konrad, abad de Kaisheim, aunque indigno, a la santísima señora Hildegarda, prelada en el claustro de San Roberto en Bingen, envía devotas oraciones con humilde obsequio. Desde que pude escuchar por primera vez sobre las insignes virtudes y el especial don que Dios te ha otorgado, aunque desconocido para ti en presencia corporal, te he amado con toda la afección de mi mente.

Me regocijo, pues, en tu gloria, porque has merecido encontrar al amado que tu alma buscaba, y no tienes necesidad de vagar tras los rebaños de tus compañeros, porque Aquel que se alimenta entre los lirios ha descansado en tu tabernáculo, llenando tu jardín con la abundancia de diversas delicias. Sin embargo, querida señora, me maravillo de que, siendo tú como un riachuelo que emana del mismo manantial de bondad, difundiendo tu benevolencia a todos los que desean conocer y escuchar las maravillas de Dios a través de ti, cierres las entrañas de la piedad a mí, pequeño como soy, laborando en la gran ansiedad de mi corazón, y tan lentamente transmitas el pequeño don que deseo, más por caridad que por presunción.

Te ruego, por tanto, con toda devoción, que intercedas por mí ante el Esposo que descansa en la alcoba de tu corazón, quien inclina su oído clemente a tus peticiones, y que le pidas que te revele si me es más útil dejar el peso del cuidado pastoral o llevarlo más tiempo, porque estoy muy oprimido por ello y me olvido de mí mismo. Pero sabré que has sido escuchada si recibo tu respuesta sobre esto.

Adiós, querida de Dios.