Epístola 20: R20: Hildegard von Rupertsberg a Arnold II von Wied

Respuesta de Hildegarda.

En una verdadera visión vi esto. Escucha, pues. Veo a un hombre en el valle de una gran montaña que tiene una opción en el gusto de su alma. Y este mismo hombre envía la opción que tiene a la altura de esa montaña, y el aire de esa montaña la recibe, de tal manera que adquiere un color ígneo, como el aceite que se enciende con fuego. Pero vienen aves puras, separadas de las impuras, y toman ese aire en sus alas, y así se vuelven rápidas en su vuelo. Al ver esto, el noble padre de familia dice: "¿De dónde venís?" Ellas responden: "Un hombre extraño, de pie en el valle de la montaña, nos envió un viento muy suave hacia su altura, y de ahí nos volvimos rápidas para volar hacia ti." Y el mismo padre de familia les dice: "Aunque este hombre esté lejos de mí, sin embargo, por la carrera con la que os envió a mí, quiero amarlo." Así que quien quiera vigilar bien, que entienda esto. Dios, muchas veces, por las oraciones de los santos, convierte lobos en corderos, así como también a publicanos en justos. Por eso, quien lo sabe todo dice: "Cuida de no amar a Dios en las guaridas de los ladrones, y de no invocarlo en vanidades, de modo que invoques a Dios solo en palabras y no en obras. A quien me hable con palabras, le responderé; pero a quien me hable en proverbios, seré ajeno. Porque borro la contumacia y destruyo con mi propia mano la contradicción de los que me desprecian. ¡Ay de los malos inicuos que me desprecian! Escucha esto, oh hombre, si quieres vivir; de lo contrario, mi espada te herirá. Ahora, oh pastor de tu pueblo, yo, pobre mujer, te envío los escritos de estas visiones veraces como pediste, sin contener nada del ingenio humano ni de mi propia voluntad, sino lo que la luz inextinguible quiso manifestar con su composición y las mismas palabras, como le agradó. Porque ni siquiera lo que ahora te escribo está compuesto por mi ingenio ni por ningún juicio humano, sino por una revelación celestial."