Epístola 201: R201: Bertolf von Reutlingen a Hildegard von Rupertsberg

Cierto sacerdote a Hildegarda:

A Hildegarda, maestra de las esposas de Cristo, dignísima, B., por la gracia de Dios, aunque indigno sacerdote de Dios y pecador, os envía una expresión de íntimo afecto y devoción en todo servicio. Estoy cansado de mi vida, porque estoy lleno de amargura. Y porque aún espero a ciertos amigos fieles, consciente del propósito que conocéis, santa virgen, lo estoy posponiendo. Mi camino, para usar palabras proféticas, está rodeado de espinas y de muros. Sin embargo, no rechazo en absoluto los flagelos que en todo instruyen a Israel, pero temo grandemente que, al no avanzar con la tentación, sucumba y no llegue al fin de mi propósito, no por la consolación que frecuentemente recibo de vos, que confío profundamente, y que alegra mi corazón entre pecados y sufrimientos.

Por lo tanto, virgen devota a Dios, todos nosotros, después de Dios, suspiramos por vos y os pedimos, rogamos e imploramos encarecidamente que no ceséis en absoluto en vuestras habituales oraciones hasta que Dios misericordioso se digne indicaros para nosotros un lugar seguro de residencia, o si eso os parece una tentación contra Dios, al menos un orden discreto de religión. No dudamos de que Dios ha ordenado estas cosas a través de vos, ya que habéis experimentado esto. Pues nada en la tierra sucede sin una razón. Y por eso, así como habéis liberado mi alma de las angustias en parte por el juicio de los ocultos designios de Dios, no dudéis en liberarnos a todos del error de la duda a través del modo que Dios ha dispuesto en vos, como intercesora debida.

Además, deseo fervientemente vuestras cartas sobre estos y otros asuntos. Y también, tengo un gran deseo de transcribir vuestro libro.