Epístola 220: R220: Hildegard von Rupertsberg a Sacerdote O.

Respuesta de Hildegarda:

Veo tu alma dividida en dos partes: una que desea ascender y otra que desea permanecer. Pero Dios recoge tu mente según Su voluntad y no según la tuya, y por eso estás tan afligido. En cuanto a lo que dices de ser atormentado por espíritus malignos, veo esto en la adversidad de este tipo. Los espíritus aéreos están divididos en cuatro partes. La primera parte provoca incendios en toda clase de vicios y, a través de la lujuria, lleva al hombre a la incestuosa corrupción. La segunda parte vuela en toda inconstancia, como el viento que se esparce aquí y allá, e induce al hombre a una ira insana. La tercera parte causa error en la aparición de ángeles y profecías y nunca permanece en un solo estado. Daña a los hombres con vanagloria a través de la jactancia y la contumacia. Pero la cuarta parte se mueve con las otras partes mencionadas y se presenta en una multiplicidad de formas. No es muy maliciosa ni flagelante en su horror, sino que con gusto mora entre los hombres, no huye de la pasión y la cruz del Señor, y soporta algunos bienes en los hombres. Sin embargo, les quita la moderación en esos mismos bienes, de modo que les permite ascender en sus mentes a una mayor altura de la que pueden alcanzar, y así no les permite descansar. Pues no teme la santidad ni la precipitada vanidad, pero odia profundamente la fortaleza y la estabilidad. Y así como los cerdos comen las algarrobas para engordar, de igual manera se deleita en habitar con los hombres y permanece con ellos en placer, gritando y aullando como si sufriera cuando es expulsada por el hombre. Porque cuando el hombre toma fortaleza, estabilidad y moderación, ella huye de él, gritando y aullando: "¿Dónde me alimentaré? ¿Dónde encontraré comida?" Por tanto, que cada hombre tema y tiemble, porque esta parte de los espíritus malignos no teme morar tanto con el mal como con el bien. Porque cuando el hombre experimenta tedio en la santidad, entra en gran vanidad y se convierte en una burla para Dios y los hombres.

Pero, ¿cómo puede ser expulsada y atada esta parte de los espíritus? Cuando un hombre comienza la santidad en la primera etapa de la vida, como en la primera hora de la infancia, no debe hablar de sí mismo, sino escuchar a los maestros y doctores. De este modo, ata al diablo que grita y aúlla. En la segunda etapa, como en la tercera hora de la juventud, debe mantener la santidad en silencio durante mucho tiempo y buscar lo que es bueno con toda solicitud y perfección, para que no caiga en la soberbia. De este modo, mata al diablo. En la tercera etapa, como en la sexta hora, el hombre no debe permanecer callado durante mucho tiempo, sino que debe buscar lo que necesita aprender de su maestro en humildad, porque esa edad no se dispersa en la lascivia. Así, este tipo de demonios se muestra muerto. En la cuarta etapa, como en la novena hora, cuando el hombre es inspirado por Dios, debe buscar consejo de los maestros y sabios, porque entonces es débil en el ardor de la carne, y debe dar gracias a Dios.

La primera etapa evita la paciencia, pero cuando está completamente en santidad con paciencia, es completamente santa. La segunda etapa cree que el temor de Dios no es necesario para ella, pero debe tener el temor de Dios en santidad. La tercera etapa acepta el temor de Dios con gusto, por lo cual debe estar alegre en la santidad, porque la duda entra fácilmente allí. Pero la cuarta etapa extiende suspiros hacia Dios, por lo que se le deben proporcionar alegrías en todo, para que no decaiga.

El primer ángel cayó y pereció por la lascivia en la primera etapa, como en la infancia. En la segunda etapa, como en la juventud, muchos fieles e infieles intentaron elevarse al cielo por sí mismos y pronunciaron muchas cosas en sus discursos, de las cuales cayeron. En la tercera etapa, como en la fortaleza viril, vinieron los profetas y, con gran temor de Dios, dijeron: "No somos nosotros, sino tú, Dios." Y así perseveraron y llenaron toda la tierra de alegría. En la cuarta etapa, como en plena estabilidad, muchas virtudes surgirán en los hombres por la inspiración del Espíritu Santo en el estudio de las buenas obras, y así el mundo decaerá. Sin embargo, este tiempo aún no ha llegado para que se produzca el juicio del universo. No obstante, todos los tipos de demonios causan grandes errores en los hombres, porque temen ser superados.

Tú, hombre, que estás en la juventud, permanece firme en la estabilidad y escucha las palabras de los filósofos, de los sabios y de aquellos que hablan en el Espíritu Santo, para que vivas eternamente. Y di estas palabras: "Que la fuerza que me creó como hombre me libre de los espíritus aéreos, y que el amor ardiente que me ha dado la vida indefectible no permita que mis obras se mezclen con ellos."