Epístola 233: R233: Morard von Disibodenberg a Hildegard von Rupertsberg

Morard, Monje de San Disibodo, a Hildegarda:

A Hildegarda, amadísima y en Cristo singularmente honorable madre y señora. Morard, monje y sacerdote indigno, lo que es.

Si es necesario gloriarse, más aún, porque es lícito gloriarse en el Señor, me corresponde también alegrarme, no en mí mismo, sino en el Señor, quien ha concedido a mi indignidad una gracia de familiaridad con vuestra santidad que mi humildad no pudo merecer ni atreverse a esperar. Por lo tanto, dando gracias primero a la divina misericordia y luego a vuestra dignación desde lo más profundo de mi corazón, por haberme tratado con tanta bondad tanto en mi presencia como al considerar digno de vuestra salutación también en mi ausencia, os informo de mi benevolencia para que dignéis saludar en mi nombre a todas vuestras compañeras y señoras mías. Y también, amonestadlas para que no olviden el consuelo de fraternidad y oraciones que me prometieron, porque yo, en la medida en que el Señor lo permite, he hecho y hago todo lo que les prometí, siendo Dios testigo.

Confío en el Señor que, mientras viva, no cesaré de interceder por todas vosotras, para que la gracia de Dios, que tan abundantemente os ha precedido, os siga siempre y aplaste a Satanás bajo vuestros pies, de modo que mi pequeñez pueda obtener la salvación que no merezco, gracias a vuestras oraciones.

En cuanto a otros asuntos que traté con vos en secreto, os ocuparéis de confirmarme por escrito cuando sea oportuno. Saludos en el Señor siempre.