Epístola 170: R170: Hildegard von Rupertsberg a Abadesa B. von St. Cyriakus in Erfurt

Respuesta de Hildegarda.

Oh hija de Dios, estás rodeada por la caridad de Cristo, pero aun así te ves constreñida por las amarguras de tu cuerpo en medio de luchas, y te rebelas resistiendo al diablo. Veo que la construcción del pueblo con el que estás es agradable a Dios y que está ascendiendo vigorosamente hacia un mejor camino, edificándose en una buena conversación más allá de lo que estaba establecido. Por lo tanto, ¡que tu alma exulte en Dios y permanezca devotamente en Él! Sin embargo, no sabes ni podrás imaginar cómo romper las cadenas de los que están atados, es decir, de aquellos que caminan por el camino equivocado de la burla. ¿Cómo? Un hombre miró hacia una gran torre para evitar que se moviera, pero no pudo impedirlo, y en medio de gritos inquietos exclamó: "¡Ay, ay!" Y así fue llevado a la burla del pueblo que decía: "¿De qué te servirá siempre luchar contra aquellos que no te quieren?" Mira hacia la alta montaña, hacia Aquel que te responde con amor diligente: "Hija mía, ¿qué quieres? Cumpliré todo lo que pidas por tu alma." Por tanto, cesa tu mente inquieta y asume la paz para ti. Pues veo, en la verdadera luz, que esto es útil para tu alma. Sin embargo, cuida con esmero de tu tierra y no la destruyas, para que la frescura de las hierbas y las virtudes de los aromas no se vean tan desgastadas por el arado del trabajo que no puedan germinar. Veo a menudo que cuando un hombre aflige su cuerpo con excesiva abstinencia, surge en él un tedio, y los vicios se enredan en ese tedio más de lo que lo harían si se alimentara justamente. Pero como en ti se ha establecido un alma benevolente llena de caridad, guarda que no veas con frecuencia aquello que ordena herir la carne, sino que aplica a tus tiempos correctamente establecidos los ungüentos de la salvación, para que vivas eternamente. Veo tu alma resplandeciendo intensamente en la pura luz.