Epístola 144: R144: Hildegard von Rupertsberg a Propst B. von Knechtsteden

Respuesta de Hildegarda.

En una visión mística, ante la petición de tus palabras, miré y oí una voz que te decía así: "Te asemejo a un árbol que en verano produce sus frutos, pero cuyos frutos son algo dañados por los torbellinos y las nubes, y luego renovados por el rocío del cielo y el cielo puro. Así es tu mente, porque cuando tienes confianza en alguna prosperidad, es como si estuvieras produciendo frutos, pero luego te fatigas por la inconstancia de tus costumbres, como si fueras sacudido por un torbellino, y también eres herido por aquellos que están bajo tu responsabilidad, como si fueran nubes.

Pero suspira hacia Dios y di: 'A ti, Señor, levanto mi alma. Dios mío, en ti confío, no seré avergonzado'. Porque en ti está el aliento de vida que Dios ha vivificado infinitamente y al cual le ha dado las alas de la racionalidad. Por lo tanto, con ellas vuela hacia Dios por la fe y el buen deseo, elevando tu alma hacia Él. Conoce también a tu Dios, en cuya sabiduría has existido y de quien has tomado tu principio. Por ello, ruega a Él que te enseñe sus bienes a través del soplo de su Espíritu, y te libre de las adversidades.

Confía también en Él, de modo que no te avergüence poner todas tus obras ante Él, y di como el hijo dice a su padre cuando, habiendo errado, es corregido, que no se olvide de su descendencia. Yo, por mi parte, rogaré gustosamente a Dios para que, por su gracia, os defienda y libere con clemencia de toda exageración de costumbres inquietas, de otros crímenes y de los peligros que os acechan."