Epístola 40: R40: Hildegard von Rupertsberg a Bf. H. von Prag

Respuesta de Hildegarda.

La voz de vida y salvación dice: ¿Qué es esto que el hombre come y no quiere saber qué es la uva que de la tierra de otra manera brotó tras la destrucción del pueblo, cuando Dios limpió la tierra y la crivó de otro modo, distinto a como el primer hombre la ridiculizó? Esto significa que el hombre es inconstante debido a la alternancia de sus costumbres y a los tiempos de luz y oscuridad. Pues el hombre a veces se eleva un poco en la prosperidad, otras veces cae en el peligro. En ambas situaciones, el hombre no contempla los abrazos de la hija del rey, es decir, la justicia y la verdad, sino que corta la corona de su cabeza cuando el pastor huye y no defiende la iglesia de Cristo, porque no sostiene sus armas con fortaleza, sino que, en su conducta, juega como un niño lascivo que no tiene ninguna preocupación.

El hombre que hace esto desea así comer y vivir según su propia voluntad, como la naturaleza del hombre requiere alimento, y no ve con sus agudos ojos dónde está la discreción que ha sudado la sabiduría, que se entiende en esta uva. Pues cuando Adán, en el comienzo del mundo, despreció la obediencia, los tiempos de los tiempos perecieron hasta la efusión de las aguas, donde Dios limpió la tierra de la horrible iniquidad y le dio otra fuerza, donde Noé produjo el germen más noble de la obediencia en los viñedos, que Adán evitó por la simplicidad de sus costumbres como un niño lascivo. Pero en Noé, la tierra produjo la fuerza de la uva, donde también después de él, la sabiduría se levantó en salvación.

Ahora, tú, hombre, que deambulas en tus costumbres por las calles de tus vicisitudes y no miras ardientemente, observando tu medicina y la de otros, levántate mirando al sol con recta moderación y no huyas de la luz, rechazándola por la austeridad de la iniquidad, para que no te avergüences cuando el supremo rey requiera tus obras en tu bolsa, y vivirás eternamente.