Epístola 186: R186: Hildegard von Rupertsberg a Elisabeth von Schönau

Respuesta de Hildegarda:

Yo, una pobre criatura y un vaso de barro, no digo estas cosas de mí misma, sino por la luz serena. El hombre es un vaso que Dios ha construido para sí mismo y que ha llenado con su inspiración para que sus obras se perfeccionen en él, porque Dios no actúa como el hombre, sino que todo está completo en la orden de su mandato. Las hierbas, los árboles y las plantas aparecieron, también el sol, la luna y las estrellas surgieron en su ministerio, y las aguas produjeron peces y aves, incluso los animales y las bestias se levantaron, todas estas cosas sirven al hombre, tal como Dios las dispuso. Pero solo el hombre no lo reconoció. Pues cuando Dios otorgó gran conocimiento al hombre, este se elevó en su propio ánimo y se apartó de Dios. Dios lo había mirado de tal manera que quería perfeccionar en él todas sus obras, pero el antiguo engañador lo engañó e infectó con el crimen de la desobediencia mediante el deleite de un viento inapropiado, al buscar más de lo que debía. ¡Ah, qué desgracia! Entonces todos los elementos se entrelazaron en la alternancia de la luz y las tinieblas, así como el hombre lo hizo en la transgresión de los mandamientos de Dios.

Sin embargo, Dios regó a algunos hombres para que el hombre no fuera completamente ridiculizado. ¡Abel fue bueno, pero Caín fue un asesino! Y muchos vieron los misterios de Dios en la luz, pero otros cometieron muchos pecados hasta que llegó el tiempo en que la palabra de Dios brilló, como se ha dicho: "Hermoso en apariencia más que los hijos de los hombres". Entonces el sol de justicia apareció y los hombres fueron iluminados en la fe y en las buenas obras, así como la aurora precede, y las demás horas del día le siguen, hasta que llega la noche.

Así, hija mía Elisabeth, el mundo está cambiando. Pues el mundo ya está agotado en toda la verdor de las virtudes, es decir, en la aurora, en la primera, en la tercera y en la más fuerte sexta hora del día. Y por eso, en este tiempo es necesario que Dios riegue a algunos hombres para que sus instrumentos no queden ociosos. Escucha, hija solicitada, porque estos hombres que son imbuidos por la inspiración de Dios son un poco fatigados por la sugestión ambiciosa de la antigua serpiente. Pues cuando esa serpiente ve una gema elegante, inmediatamente ruge diciendo: "¿Qué es esto?" Y la fatiga con muchas miserias de una mente ardiente que desea volar sobre las nubes como si fueran dioses, tal como él mismo lo hace.

Ahora escucha nuevamente. Aquellos que desean perfeccionar las obras de Dios deben recordar siempre que son vasijas de barro, porque son hombres, y siempre deben considerar qué son y qué serán, y dejar las cosas celestiales a aquel que es celestial, porque ellos son exiliados que no conocen lo celestial, sino que solo cantan los misterios de Dios como una trompeta que solo emite sonido pero no actúa, sino que en la que otro sopla para que emita sonido. Pero que se pongan la coraza de la fe los mansos, humildes, pobres y miserables, tal como fue aquel Cordero, cuyo sonido de trompeta son ellos, manteniendo también las costumbres de la inocencia simple, porque Dios siempre castiga a aquellos que tocan su trompeta, previendo que su vaso de barro no perezca, sino que le complazca.

¡Oh hija! Que Dios te haga un espejo de vida. Y yo, que yago en la pequeñez de mi mente, me fatigo mucho en la preocupación del temor, a veces resonando un poco como un pequeño sonido de trompeta de la luz viviente. Por lo tanto, que Dios me ayude a permanecer en su servicio.