Epístola 222: R222: Hildegard von Rupertsberg a Hermann von St. Martin in Mainz

Respuesta de Hildegarda:

Del exceso de comida y del consumo immoderado de vino, surgen vicios desmesurados, y la carne del hombre a menudo languidece, hasta el punto de apenas poder vivir. Luego, por el tedio de los pecados, con el que su carne está fatigada, se ve abrumado como por un sueño pesado; pero el diablo lo despierta nuevamente hacia el pecado, proponiéndole momentos para la penitencia, y así se despierta de ese letargo para pecar, y con diligencia lo incita a pecar. Muchos hombres, también por el engaño del diablo, posponen la penitencia de sus pecados, y así se encuentran en la perdición. Cuando el hombre suspira por sus pecados, canta con la alabanza de los ángeles, y cuando realiza buenas obras, brilla como el sol. Pero cuando comienza a adornarse con estas virtudes, el diablo cae sobre él con una gran tempestad de desesperación, el mismo que antes lo había incitado al pecado con malos consejos. Ese hombre debe considerar a los publicanos y pecadores, cuánto han pecado y cómo se han levantado por la penitencia, y cómo después se han convertido en columnas del cielo. Y así, debe revestirse con la coraza de la fe y el yelmo de la esperanza, y vencer a sus enemigos.

Tú, siervo de Dios, considera cómo en tu infancia viviste con deleites, y en tu juventud con los pecados del placer de la carne; por lo tanto, ahora el agotamiento de los pecados sea para ti un motivo para comenzar a hacer buenas obras antes de que la sombra de esta vida se incline sobre ti, para que puedas responder con alegría a la voz que te dice: "Debiste ser el jardín en el que descansaran mis ojos, pero no lo eres, porque crecieron allí hierbas inútiles, espinas y cardos que ahogaron todas las hierbas útiles." Corta todo esto con la afilada hoz de la penitencia e imita al hijo del que se lee en el Evangelio, que al volver en sí, corrió hacia su padre, quien lo recibió con alegría y lo besó con toda su humanidad. Siembra también en tu jardín la semilla de la virtud fructífera, y asemeja tu vida a la de la mujer que buscó la dracma perdida, para que haya gozo en el cielo por ti, y te conviertas en una gema en la vida celestial, y vivas eternamente.