Epístola 194: R194: Hildegard von Rupertsberg a Abadesa I. von Dietkirchen

Respuesta de Hildegarda:

Tienes una mente inquieta debido a los lugares fangosos y a la preocupación por las muchas aguas que, al fluir, se desvanecen. Los lugares fangosos son aquellos que tienen una sucesión de malos hábitos, y las aguas que se desvanecen son como aquellos que son duros y pétreos, y no se ablandan con los riachuelos de la doctrina de la Sagrada Escritura.

Pero tú te preguntas: "¿Qué soy yo, o quién soy, y cómo podría soportar tales cosas?" Ahora, escucha la historia de un hombre sabio. Un hombre quiso cavar en un lugar rocoso; pero cuando cavaba con madera y hierro, un fuego salió volando de una piedra que golpeó, de modo que no pudo cavar más. Sin embargo, él marcó la extensión de ese lugar y, con gran esfuerzo, logró hacer algunas cavidades en él. Y este hombre dijo para sí: "He trabajado mucho, pero quien venga después de mí trabajará más fácilmente, porque encontrará estas preparaciones hechas". Este hombre será alabado ante su señor, porque su obra, en longitud y anchura, es mucho más útil que la obra en tierra blanda que se revuelve con el arado. Por eso, su señor lo considera como un soldado fuerte que puede sostener bien a su ejército y lo presenta como ejemplo a otros agricultores que dan fruto en su tiempo. Porque quien ha trabajado primero, sobresale en el trabajo del que lo sigue. El Creador del mundo comenzó primero a crear, y luego dio a sus siervos el trabajo de continuar su obra según Su voluntad.

Oh hija de Dios, controla tu tierra dentro de ti misma, para que no se seque sin la utilidad fructífera de los hijos. Reúne también tu corazón en uno y no lo fijes en la immoderación de costumbres inquietas, para que no huyan de ti tus hijas. Sé también como la buena tierra que es regada frecuentemente por la lluvia adecuada, de modo que produzca hierbas buenas y agradables. ¿Cómo? Cuando una persona alimenta su carne con moderación, tiene un carácter alegre y amable. Pero cuando vive en la excesividad de alimentos y banquetes, permite que cada vicio dañino crezca en sí misma. Pero aquel que mortifica su cuerpo con una abstinencia excesiva siempre va con ira.

En todas estas cosas, sé buena tierra, para que consueles a tus hijas cuando lloren, las corrijas rectamente cuando se enojen, y cuando estén furiosas, se sometan a la disciplina regular a través de ti. A aquellas que se alejen de ti en el olvido, recuérdalas con palabras históricas y con palabras del Evangelio entre tú y otros dos. Y si entonces no te obedecen, tú obedece al Maestro Supremo y recuerda a Jacob, quien cambió las bendiciones de los dos hijos de José.

Ahora, considera el inicio de tu buen esfuerzo para que lo termines con un final confiado y recibas las recompensas eternas del Maestro Supremo.