Epístola 159: R159: Sophia von Oudwijk a Hildegard von Rupertsberg

De la abadesa en Oudwijk. Hildegarda.

A la bienaventurada Hildegarda de San Roberto, S., abadesa solo de nombre en Oudwijk, de la iglesia de Utrecht, que entres al coro iluminado con la luz de las luces. Pues ningún ser humano es capaz de renunciar a las concupiscencias mundanas y anhelar con toda intención la patria celestial, a menos que le sea dado desde lo alto con la ayuda de Cristo. Por eso deseo comunicar a vuestra comunidad religiosa lo que, inspirado por Dios y con la cooperación de la gracia de su Espíritu, he concebido en mi ánimo.

Nuestro Señor, que no quiere que ninguna de sus ovejas se extravíe, sino que, como buen pastor, desea llevar a todas de regreso al camino de la salvación eterna, ha inspirado en mi corazón, según creo, el deseo de abandonar la carga del gobierno que llevo con tanto peso y de encerrarme en la soledad de alguna celda. Tal es, por tanto, mi deseo, pero el poder llevarlo a cabo y consumarlo está en el poder de nuestro Señor.

Dado que sé que vuestro mérito ante Dios es tan grande que, por la revelación del Espíritu Santo, sois capaz de conocer lo que conviene que haga una persona, os suplico humildemente que tengáis a bien consultar al Señor por mí, para saber si mi vida retirada le es grata, para que no caiga sobre mí en adelante aquella sentencia de Gregorio que dice: "¡Mejor les habría sido no haber conocido el camino de la verdad, que después de conocerlo, apartarse de él hacia algo peor!"

Que os vaya bien en el Señor, y que vuestra piedad no se niegue a indicarme por medio de este portador lo que he solicitado, y lo que os plazca revelar de la gracia de Dios a través de su Espíritu Santo sobre estos asuntos.