Epístola 90: R90: Hildegard von Rupertsberg a Bertulf von St. Eucharius in Trier

Respuesta de Hildegarda.

Aquel que es dice: ¡Oh hombre! Estás revestido con la coraza de la fe y ceñido con el cinturón de la santidad, como un hombre que ve su rostro en un espejo, no teniendo en esto plena alegría, porque a veces duda si su rostro es hermoso o no. Pues tu mente es como un edificio que mira desde lejos y a veces es cubierto por la niebla. También eres precipitado como una carga que el portador lleva a la venta. Por lo tanto, considera si es más útil un buey o un asno, una tierra verde o árida, un nombre o un pronombre, una montaña o un valle entre los enemigos del hombre. Porque un maestro honrado es mucho más útil que la multitud, así como el aire es útil produciendo diversos frutos en sus alas. Las obras del hombre tienen poco valor sin la previsión del maestro.

Cuídate de no languidecer en la administración mientras tengas, por decirlo así, un ojo en ti. Pero ofrece luz a los tuyos en la dulzura maternal y limpia sus heridas sin fama de tiranía, pues un buen médico unge las heridas de los hombres con misericordia y no se demora en ello. Pues dio un beso a su propia oveja y la lavó en su sangre.

Tú, oh hombre, coloca la misericordia, esa bella amiga del rey, en el aposento de tu mente y vístete con santidad en la caridad más suave como con púrpura y como un diadema de belleza. Recolecta también los aromas más dulces en tu seno y vivirás eternamente como un monte de mirra e incienso. Vigila, pues, llevando tus cargas con la llave de la recompensa, de modo que cuando el sol brille sobre todo sin la tormenta de diversas tempestades, aparezcas allí útilmente.