Epístola 150: R150: Hildegard von Rupertsberg a Preboste G.

Respuesta de Hildegarda.

En la visión que he visto desde mi infancia con un ojo vigilante en mi espíritu, por un camino distinto al que nací en este mundo, miré hacia lo alto y vi y oí estas palabras dirigidas a ti:

Tu mente es como un arado que voltea y divide lo duro, lo áspero y lo blando. Pues te ocupas en conocer, voltear y dividir aquello que es tan duro que no puedes romperlo, lo que es tan áspero que te heriría si lo tocaras, y lo que es tan blando que lo destruirías si quisieras tocarlo con dureza y aspereza. La dureza que ha cojeado bajo el sol de la justicia ahora rodea a la Iglesia, a la cual no puedes perforar. Por eso, di a Dios en tu corazón: "Señor, que conoces todas las cosas, quiero obedecerte en mis maestros mientras no me obliguen a resistir a la fe católica".

El poder apostólico, que ahora está dividido en dos partes, rechaza atar lo que le pertenece, y los príncipes del mundo son tan ásperos que no te escucharían si les dijeras lo que es justo según tu conocimiento. Los discípulos de los maestros ahora siguen tal blandura que dudarías, como si no supieras, qué hacer con ellos. Pues un maestro debe enseñar lo santo y lo justo y mostrar buenos ejemplos, tal como hizo Cristo, a quien muchos corrían y de quien muchos huían. Sin embargo, Él recogió a sus amados y escogidos. Por eso, aquellos que te besan en obediencia y te abrazan en caridad, reténlos con gran diligencia y no los abandones; pero deja a los demás en manos de Dios, para que puedas decir con el profeta: "He proclamado tu verdad y tu salvación".

Así que, enfoca tu esperanza en el único Dios, porque Él no abandonará a su Iglesia. Esta es la esperanza de la Iglesia, que será iluminada, y esta esperanza es segura, aunque el dolor dure mucho, en el cual muchas congregaciones de espirituales serán sacudidas y muchas también serán destruidas. Pero veo en ti la aurora como un resplandor, lo que indica que tienes empeño en la buena voluntad de las buenas obras. También veo un torbellino que recorre en ti a causa de estas y otras vicisitudes, que a veces nubla ese resplandor en ti. Disminuye esto y confía en que serás perfeccionado en Dios, y vivirás para siempre.