Epístola 232: R232: Hildegard von Rupertsberg a Canónigo H. von Utrecht

De Hildegarda:

Dios se ofendió por el árbol debido a las palabras maliciosas de la serpiente. Entonces, en la hermosa formación con la que Dios había creado al hombre, el buen conocimiento en él se avergonzó por el mal deseo que aquel había codiciado. Y por eso, como en un camino ajeno, Dios le clamó: “Adán, ¿dónde estás?”, y le dio vestidura, diciendo en sí mismo: “¡Por la túnica de mi humanidad quiero buscarte!”. Y después, en su santa humanidad, recreó al hombre de nuevo, de modo que, cuando caiga, pueda resurgir a través del arrepentimiento en la humanidad de Dios.

Por lo tanto, tú, hombre, levántate rápidamente y envuélvete más pronto en la túnica de Dios, y huye del diablo. Y en la efusión de mi oración, cuando mi alma mira hacia Dios, gustosamente oraré por ti. Y vivirás.