Epístola 211: R211: Konrad von Reutlingen a Hildegard von Rupertsberg

Konrad y Bertolf, sacerdotes, a Hildegarda:

A Hildegarda, familiar de Dios y admirable virgen por encima de los hombres de este tiempo, Konrad y Bertolf, sacerdotes indignos de Reutlingen, os saludan con el deseo de que perseveréis en el temor y el amor de Dios, y que iluminéis sin cesar las tinieblas del mundo con la luz viviente que contempláis.

Nos hemos alegrado y regocijado en lo que se nos ha dicho, es decir, que recibiríamos una misión consoladora. Y hemos esperado con ansias, pero aún no nos habéis respondido. Por lo tanto, nos hemos entristecido, esperando la gracia de Dios, quien no abandona a los que confían en Él. Ahora, porque nos habéis ordenado enviar un mensajero a vos, nos sentimos consolados.

Sin embargo, queremos recordaros, amada de Dios, que, en la medida en que buscamos transitar por el instrumento de esta vida con una esperanza recta, como soldados inexpertos y delicados, os pedimos con súplica, oh santa madre, que intercedáis por nosotros en las tribulaciones y en las necesidades, para que el Señor, en quien confiamos después de Dios, guíe nuestros caminos.

No decimos esto como si estuviéramos abrumados más allá de lo soportable, ni como si nos arrepintiéramos de esta obra, sino que pedimos a vuestra santidad que obtengáis de Dios misericordioso algún consuelo para nosotros, los débiles, para que no desfallezcamos, aunque nuestros pecados nos impidan alcanzarlo. No presumimos en absoluto sugeriros algo en particular, sino que deseamos dejar el juicio de nuestra petición al juicio interior de quien sabe lo que conviene a cada uno. Pues Él mismo dijo: "Vuestro Padre celestial sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis", y Él conoce los remedios adecuados para cada uno a su debido tiempo y nunca deja de proporcionarlos.

Sin embargo, solo nos atrevemos a exclamar: ¡Ay, ay, causa terrenal! ¿Cómo piensas esconderte del ojo viviente? Además, saludamos en el Señor a vuestro prelado, a nuestras hermanas y a todos los que están con vos, y pedimos devotamente que se acuerden de nosotros, sus pobres.