Epístola 71: R71: Abad H. von St. Maria a Hildegard von Rupertsberg

Del abad de Santa María, a Hildegarda:

A la señora Hildegarda, que resplandece con el honor de la santa religión, H., llamado inútilmente abad de Santa María, os envía las oraciones y el afecto de su debida servidumbre. Preferiríamos hablar con vuestra presencia que escribir en vuestra ausencia, si el tiempo nos lo permitiera o la distancia de nuestro camino no se opusiera a nuestra voluntad. Pues en alguna ocasión hemos tenido la dicha de escuchar brevemente vuestra santidad, y por eso quisiéramos oíros con frecuencia, porque todo lo que escuchamos nos agradaba.

Por esta razón, ahora hemos concebido la confianza de escribiros, pues el amado portador de las presentes, tan querido por ambos en Cristo, como ha hecho en varios cenobios, también recomendó vuestra beatitud a nuestras pobres oraciones mientras permanecía con nosotros, y afirmó que debíamos rogarle ser su intermediario en esto. Por tanto, aunque no somos nada, hacemos y haremos memoria de vos, y os suplicamos con corazón y cuerpo humillados que nos merezcamos vuestras intercesiones con todos los nuestros.

Por Aquel a quien vivís devotamente y de quien habéis recibido el arras del espíritu, os pedimos este singular y secreto favor: que, mediante la familiaridad de vuestro ruego, obtengáis del Señor que, entre otros carismas de revelación, se digne insinuaros la condición de nuestra humildad, a saber, si en este oficio de honor y carga, de prelacía y peligro, ha previsto que merezca la salvación de mi alma, o si me será útil ser liberado de esto. Y si recibís alguna revelación sobre este asunto, no os neguéis, por vuestra caridad, a consolarnos con ello mediante el portador de las presentes.

Nosotros, como hemos dicho, deseamos vuestra salud y anhelamos que el Señor os aumente la necesaria humildad en la grandeza de las revelaciones, para que la lámpara que habéis recibido encendida desde el cielo, la guardéis con tal luz ante los hombres, que con el aceite inagotable de Cristo, a quien esperáis, podáis acudir a su encuentro cuando venga en gloria.