Epístola 11: R11: Arnold von Selenhofen a Hildegard von Rupertsberg

De Arnold arzobispo. Para Hildegarda.

Arnoldo, por la gracia de Dios, arzobispo de la sede de Maguncia, a Hildegarda, virgen dedicada a Dios y maestra en el monte del beato Roberto, confesor, su gracia con afecto paternal.

Sabemos que el espíritu sopla donde quiere y a quien quiere inspira, distribuyendo sus dones a cada uno según su voluntad. Decimos esto sin dudar de ti. Pues, ¿qué es de extrañar si aquel que alguna vez hizo profetas a los agricultores y recolectores de sicómoros, e hizo que una asna hablara con palabras humanas, te instruye a ti por su inspiración? Por tanto, no debemos ni podemos rechazar los dones de Dios.

Sin embargo, rogamos a tu amor que con tus oraciones al Señor nos socorras, para que nuestros días sean, al menos, en el temor y en el amor de nuestro Creador, de tal manera que, siendo perfeccionados en el bien, merezcamos tener la vida en la longitud de los días de la felicidad eterna.