Epístola 215: R215: Sacerdote S. von Otterburg a Hildegard von Rupertsberg

Un cierto sacerdote a Hildegarda:

A la señora Hildegarda, madre espiritual. Hermano S., el último entre los hermanos de la iglesia, pero el más oscurecido por las inmundicias de los pecados. Con Marta, deseo servir las dádivas espirituales, y con María, anhelo los gozos de la vida celestial. Me regocijo, oh madre espiritual, porque han encontrado gracia ante el Señor nuestro Dios, y porque hasta ahora han mantenido encendida la lámpara de su alma feliz con el fuego del Espíritu Santo, sin fatiga alguna de tibieza. Vosotras, por lo tanto, oh simiente de Dios, que con las vírgenes prudentes sobresalís en la integridad de la castidad y tenéis fijado continuamente el ojo de la contemplación en la claridad divina, os suplico con devoción en mi pequeñez que os esforcéis por apaciguar, con vuestras justísimas oraciones, el rostro del Señor que he exacerbado demasiado con la cauterización de mi perversidad. Estoy seguro de que nuestro Dios, refugio y fortaleza, se dignará escuchar gustosamente vuestra súplica por mí y, por su piedad, alejará de mí el espíritu de blasfemia que rodea mi alma tan desgraciada. Gracias a vosotras, seré justificado y no vacilaré eternamente. Y también os ruego, por vuestra generosa bondad, que me respondáis con una carta de vuestra santidad a través del portador de la presente. A vuestras monjas, guardianas de la religión monástica, decidles tantas oraciones y saludos de mi parte como moradas eternas hay en la casa del Señor. Que estéis bien.