Epístola 82: R82: Hildegard von Rupertsberg a Abad H. von Maulbronn

Respuesta de Hildegarda.

El hombre prudente de la luz veraz dice: ¡Oh hombre! Estas palabras deben ser escuchadas. El hombre que quiere pasar a la vida debe tener una visión reflexiva del espíritu de ojos vivos, porque Dios vigila en tales hechos. Pues cuando venga la sumersión ardiente de la causa cenicienta, vomitando diversos crímenes, entonces el hombre frene el gusto de su mente y languidezca en la insoportable dureza, levantándose hacia el amanecer de la luz, es decir, la misericordia que venció a la muerte y trituró las entrañas sucias del infierno, donde esa misma misericordia borró los crímenes de los hombres. Así, el hombre debe tener ventanas para restaurarse a sí mismo en el bien.

Pero tú, que eres noble en tu voluntad, ten cuidado porque muchos ríos fluyen en ti, discutiendo con gran estruendo. ¡Oh fuerte atadura! Gira los pechos de los placeres de los vicios florecientes. Párate también como ejemplo de la tórtola, doblando tus rodillas cuando te vences a ti mismo. ¡Oh figura viviente! Abre la clausura de tu mente en un hermoso rostro, lo que es adecuado para ti ante la presencia del Rey supremo. Ten cuidado también de no ser como el plomo pesado por la dureza de tu boca, si no has ungido las heridas de las cicatrices dolientes. Besa a Dios en tu mente y no te avergüences de que tus deseos en su buena voluntad realicen obras rectas y justas.

Ahora, que tengas consuelo en tu labor y frenes en ti las causas seculares, y embellece el rostro de tu espíritu, de modo que las ventanas de la Jerusalén celestial te reciban. Dios no te abandonará, sino que te dará el consuelo de la salvación.