Epístola 64: R64: Hildegard von Rupertsberg a Konrad von Kaisheim

En respuesta a Konrad, abad de Kaisheim, de Hildegarda:

La luz aguda ve y dice: Oh hombre, estás pálido por la duda de tu mente, como si no pudieras mantenerte firme. ¿Y por qué es esto? Veo tus obras. Pues ellas me tocan. Pero tú conoces el reconocimiento de los rebeldes. ¿Por qué entonces te avergüenzas de mirar ante mi altar, hacia mi santuario, para adornarlo como un templo que tiene ojos vivientes? Oh carga, donde el buen pastor levantó a sus ovejas sobre sus hombros. Pues donde las ovejas no caminan por caminos rectos, el pastor amable debe levantarlas con la preocupación de su alma y corregirlas y ungirlas, y enseñarles con buenas obras.

Así como la mano trabaja en el brazo, y el brazo se mueve en el hombro, así el pastor debe ofrecer ejemplos a sus ovejas con la mano de las buenas obras, proporcionar medicina con el brazo del apoyo, y solucionar diversos vicios mediante la ligadura de la cruz, como en el hombro del poder. Porque a los verdaderamente penitentes, sus vicios deben ser perdonados. El diablo vomita la fuerza de su corazón, el gusto de su garganta y la ardiente llama de su boca de víbora. ¡Oh hombre! Escucha el lamento del dolor en la efusión del crimen, que está en la contaminación de la carne en la hermosa forma del hombre. Llora, oh virginidad, la integridad de tu primer origen. Pues la mano del supremo artífice te formó y te puso en el jardín de la delicia. Pero la mente ardiente del hombre lo engañó en la vana elección de su voluntad, por el orgullo del consejo del engañador criminal. Por eso fue expulsado por el gusto de la desobediencia. Y así, su vientre se rebeló, cuando antes su costado había sido perforado por el don santísimo. Pero ahora su muslo está contaminado con veneno sudante. Así, el hombre tocó el gusto de la garganta de la serpiente cuando ardió en sus venas venenosas. Por eso, después fornicó en el deseo de víbora, que es la ardiente llama de la boca del diablo.

Ahora la desobediencia ha trabajado el alimento. Y porque Dios hizo a la mujer de la costilla, por eso el diablo sugirió el homicidio, de modo que condujo todas sus obras por otro camino en la revelación de los pecados que brotan por la fuerza de su corazón. ¡Oh hombre, qué grandes crímenes cometes! a semejanza del antiguo destructor. ¿Cómo? Pues el peor acusador fue arrojado hacia atrás y cortado de toda bienaventuranza. Y porque fue arrojado hacia atrás, pensó en la maldad de su corazón que debía llevar al hombre hacia atrás, al pecado contrario. Así, el hombre abandona la forma de la costilla, por lo que también la formación del hombre perece allí en semejante semen derramado. Por lo tanto, la tierra llora y los cielos tiemblan por estos crímenes. Pues cuando el hombre peca por el gusto de su obra, no dejando la formación de la costilla, siente un poco lo que es la creación de Dios. Pero estos crímenes que retroceden no están en ninguna creación, porque el hombre que los hace no se ve a sí mismo como hombre. ¡Oh hombre! ¿Por qué rechazas lo que eres, la creación de Dios? Ach, ach, oh hombre, en gran esfuerzo Dios te formó, pero tú te envuelves en muchos crímenes. Pero Dios, de nuevo por su Hijo, te llevará de regreso a Él. Por eso, levántate por la penitencia y corre rápidamente hacia mí.

Ahora, oh tú, soldado, sé fuerte y armado en los caminos llanos, y haz que haya verdor donde hay sequedad, y cuida el cinturón de los lomos de aquellos que están contigo, y contrólate en buenas obras, para que tu corazón sea iluminado en el sol y no te canses en el camino recto, luchando contra ti mismo. Por tanto, no abandones el cuidado pastoral, porque el perfumero que tiene un jardín bien regado y fragante debe asegurarse de que su jardín dé frutos útiles para no fallar. Pues cuando tu ojo ve y tu conocimiento vigila, ¿por qué duermes como un cansado en la cincha de la correcta providencia de tu rebaño? Circunda, pues, diligentemente en buena providencia, para que no escondas tu talento de manera infeliz, porque no te beneficia desechar la ligadura con la que estás atado mientras tengas dos ojos o uno, o cualquier parte de la vida bajo tu custodia. Pero si no ves ningún ojo de vida en los tuyos, sino siempre claudicación, entonces huye y abstente de tu administración.