Epístola 3: R3: Anastasio IV a Hildegarda de Rupertsberg

De Anastasio, papa. Para Hildegarda.

Anastasio, obispo, siervo de los siervos de Dios, a Hildegarda, amada hija en Cristo, saludos y bendición apostólica.

Nos regocijamos en el Señor, hija, y nos congratulamos de que el nombre de Cristo se glorifique en ti día tras día, de tal manera que, admirados, decimos: ¿Quién como tú en fortaleza, Señor? ¿Quién como tú? Magnífico en santidad, terrible y digno de alabanza, y haciendo maravillas. Hemos oído y visto muchas cosas sobre ti. Sabemos también que nuestro predecesor de piadosa memoria, a quien sucedimos en la gracia divina para nutrir a la esposa de Cristo, te amó con gran afecto, te abrazó y te escuchó. Siguiendo sus huellas, nos hemos esforzado por escribirte y deseamos ver tus respuestas, indagando lo que Dios obra en ti, aunque nosotros cojeamos en el bien, suspirando tanto por la fatiga del cuerpo como por la de nuestra mente, ya que por nuestra negligencia no nos elevamos hacia las cosas celestiales como deberíamos. El conocedor de lo oculto sabe nuestra voluntad y posibilidad. Por tanto, te advertimos, rogamos y encarecidamente te encomendamos que con tus hermanas eleves oraciones al Señor, para que mediante su virtud podamos elevarnos a la justicia, de tal manera que obtengamos las recompensas eternas, sin desfallecer en nuestro anhelo por ellas en esta vida presente. Que la paz sea contigo y con todas las tuyas.