Epístola 206: R206: Hildegard von Rupertsberg a Gottfried von Alpirsbach

Respuesta de Hildegarda:

La Luz viviente dice: ¡Oh, hombre! Riachuelos fluyen de mí hacia la verdor de tu mente. Pero tu mente está atada y también aguda, debido a la inconstancia de las costumbres en la oscuridad de un viento disperso. Tus pensamientos ocultos en tu mente te engañan, y el gusto de tu obra a veces te toca. Pero el rostro de tus deseos mira hacia mí con la alegría de la ascensión, la cual aún no puedes capturar en tu obra.

Tus deseos son muy buenos, pues construyen una torre en la altura de la dulzura de un buen olor. Por eso, los ángeles de Dios se regocijan por las obras de la creación del dedo de Dios, esas obras que saborean a Dios al romper el alimento de la maldad de los pecadores. Ahora tú, oh soldado, sé fuerte en la batalla mientras vivas en tu cuerpo, porque tu enemigo no se cansa, y la lucha no cesa. Que tus obras sean tales que el más tierno Padre se regocije en ti, y que su palabra glorifique tu alma, y que el amante ardiente te infunda el ungüento de la salvación y la verdor del florecimiento de la sabiduría.