Epístola 59: R59: Eberhard von Eberbach a Hildegard von Rupertsberg

A Hildegarda, de Abad de Eberbach:

A la amada por Dios y los hombres, venerada señora y madre Hildegarda en Bingen, el hermano E., abad, aunque indigno, de Eberbach, envía un modesto saludo. Magnificamos y glorificamos a Cristo nuestro Salvador por vos, quien mira a los que le temen, y exalta a los humildes, y ha hecho grandes cosas por vos, porque es poderoso. Ha elegido, como hemos oído y visto, el santuario de vuestro pecho como morada para sí mismo, y os ha manifestado la ciencia divina, los secretos y misterios de su sabiduría, introduciéndoos en su cámara a las flores de las rosas y a los lirios de los valles, a los campos floridos de las montañas eternas. Su mano izquierda está bajo vuestra cabeza y su mano derecha os abraza, de modo que podéis decir verdaderamente: Mi amado es mío y yo soy suya. En todo esto, vuestro nombre es como aceite derramado, y por eso las jóvenes os aman, y nosotros corremos en el olor de vuestros ungüentos. Rogamos al Señor que se digne conservar en vos los dones de la naturaleza y los dones de su gracia, para su gloria, para vuestra corona, para nuestro gozo y para ejemplo de muchos.

Oramos también y con humilde súplica pedimos que os dignéis tenernos en memoria y en la venida de vuestro esposo recomendar nuestra pequeñez a Él, para que, así como nos alegramos y gozamos de la fama de vuestra santidad, así por vuestra intercesión merezcamos recibir gozo y exaltación. Si os dignáis mandarnos algo de nuestro servicio, lo aceptaremos con gusto, y haremos también como hemos hecho hasta ahora, y estamos preparados para servir a toda vuestra santa voluntad.