Epístola 213: R213: Sacerdote B. von Trier an Hildegard von Rupertsberg

Un cierto sacerdote a Hildegarda.

A la sagrada virgen de Dios, Hildegarda, venerable esposa de Jesucristo. B., sacerdote, por la gracia de Dios en la iglesia de Tréveris, aunque indigno de la dignidad sacerdotal, se dirige a usted. Aunque raramente la contemple con mis ojos corporales, sin embargo, esa admirable potencia de nuestra alma, que se llama imaginación, me representa cotidianamente la serenidad de su rostro y me alegra con el gozoso recuerdo de usted, y me excita a la alabanza de Dios, quien en nuestros días se ha dignado declarar por medio de usted, con manifestación evidente y ejemplo claro, lo que la Sagrada Escritura diariamente recoge: a saber, cómo el Espíritu Santo ha hablado maravillosamente en las almas castas, en los antiguos patriarcas y en los santos apóstoles de Dios, hombres incultos. Pues me parece que usted, con Pedro, puede decir con la voz de David: "Porque no conocí la literatura, ¡entraré en el poder del Señor!" Por lo tanto, por esa piadosa clemencia de la divinidad que ha iluminado el interior de su sagrado corazón con sus clarísimos rayos de un modo inusitado, le ruego fervientemente que quiera ayudarme con su oración, a mí, miserable pecador. Le pido también que, mediante el consuelo divino en el que frecuentemente se apoya su visión celestial, me responda con palabras de consuelo y me insinúe amablemente cómo puedo dirigir a aquellos que debo gobernar bajo el régimen sacerdotal. Que esté bien.