Epístola 153: R153: Abadesa G. von N. a Hildegard von Rupertsberg

De una abadesa. A Hildegarda.

A la muy amada señora Hildegarda y en Cristo madre amadísima, G., abadesa, aunque indigna, de las hermanas de la iglesia de N., que vea al Rey de la gloria en su esplendor y se regocije con Él eternamente. Bendito sea Dios, que se digna, a través de ti, revelar de manera maravillosa a nuestros tiempos los misterios de sus secretos, nunca antes oídos en el mundo, y que confirma nuestra fe por medio de ti, oh santísima madre, e ilumina a su santa iglesia con virtudes de sus señales más brillantes de lo habitual, como con ciertos rayos de un nuevo sol, de manera inefable. ¿Quién ha oído alguna vez estas cosas? ¿Quién ha visto tales maravillas? Por tanto, digamos todos y cada uno: bendito sea Dios. Ardo en deseos de ver el rostro de tu santidad y de escuchar las palabras divinas de tu boca, pero, dado que en este momento y por la circunstancia de los lugares no puedo cumplirlo con la presencia corporal, te veré siempre en mi corazón y en mi espíritu, y siempre te amaré. También ruego a tu santidad, oh santísima madre, que te dignes interceder por mí, pecadora, y por nuestra congregación, que suplica contigo ante Dios, quien sin duda te escucha. Debes saber también que tu memoria será siempre bendita entre nosotros, y el nombre del Señor será glorificado a través de ti. Ora por nosotros, piadosísima madre y señora. Por encima de todo, te rogamos, tanto por Dios como por el afecto materno, que no demores en enviarnos pronto cartas de tu consuelo. Que Cristo, nuestro Señor, se digne congregarnos contigo en su reino.