Epístola 108: R108: Hildegard von Rupertsberg a Abad S. von Rothenkirchen

Respuesta de Hildegarda.

Tu mente es semejante a una nube nívea que trasciende la nube aérea en la cual el sol resplandece, y a veces también es semejante a una nube turbia que trae la tormenta. La nube nívea representa el tedio de una mente errante; la nube aérea, en cambio, señala la pura sabiduría que se alcanza a través de la paciencia que tiene fe. Sin embargo, la nube turbia trae consigo la turbulencia de una gran tristeza en las mentes inquietas.

Debes entender que la nube nívea contiene un aire que no es ni frío ni caliente, y del cual no crecen aromas útiles. Por otro lado, el aire puro da rocío, una temperatura equilibrada y lluvia, de la cual prosperan los jardines y las flores. Pero la nube turbia trae el aire del norte, que seca toda la vegetación y hace caer las flores.

Evita estas cosas y permanece en el aire puro. Mantente firme y recuerda al Creador en la vida que no conoces, no huyas de Él cuando lo veas y no lo reconozcas. El espíritu de esa vida, llamado alma, exhalaba su fragancia cuando el alma misma procedía de ella. El alma realiza y evalúa obras, ya sean buenas o malas, y con esas mismas obras, el espíritu se convierte en un molino de gran fuerza. Construye, pues, una edificación de buenas obras, para que cuando el ciclo de tu alma esté inactivo, esa edificación sea encontrada. Si no se encuentra, caerá en ruina.

Por tanto, vigila diligentemente antes de que se acerque la sombra de tu muerte. El ardiente Espíritu Santo te ayudará en esto.