Epístola 184: R184: Hildegard von Rupertsberg a Abadesa O. von Ilbenstadt

Respuesta de Hildegarda:

¡Oh hija de Dios! Mientras tengas la posibilidad entre las hijas de Él, trabaja y en la pequeñez suspira hacia Dios y observa tu ley. Porque tu trabajo clama y ora a Dios. El hombre que trabaja en la caverna de la justicia de Dios y en el camino estrecho, aunque consienta en la caída de Adán, busca por ello los azotes de la penitencia. Y que nadie dude de que después de los azotes de la penitencia, la puerta celestial lo recibirá. Porque quien desgasta el campo de su cuerpo con discreción, la repentina llegada del fin no lo dañará, porque la sinfonía del Espíritu Santo y la vida alegre lo recibirán. Pero se debe tener cuidado de no matar el cuerpo por la excesiva labor, sino prohibir los pecados con racionalidad. Hija, recuerda que no tienes la posibilidad de crear al hombre, por lo que ora suavemente a Dios para que te dé una vida mejor. Y esto es más aceptable para Dios que suplicarle en la excesiva tristeza. Que Dios te haga templo de vida.