Epístola 183: R183: Abadesa O. von Ilbenstadt a Hildegard von Rupertsberg

De la Abadesa en Ilbenstadt, a Hildegarda.

A su señora Hildegarda, de O., indigna gobernadora de las siervas de Cristo en Ilbenstadt, por lo que ha gustado íntimamente del don celestial y ha alcanzado ese perfecto bien. ¡Bendito sea Jesucristo, cuyo buen olor sois para Dios en todo lugar! Porque ya no es el olor del bálsamo, sino la misma sustancia del sagrado ungüento lo que ha fluido sobre vos, cuyo suavísimo aroma ha endulzado tanto vuestro nombre en los corazones y oídos de todos, que todos a la vez encomiendan los signos de vuestra humildad y afabilidad, y glorifican en vos a vuestro Padre que está en los cielos.

Por lo tanto, madre bendita, concede perdón y soporta no solo un poco de mi insensatez, sino toda mi gran insensatez. Permite que ante ti abra un poco el dolor de mi corazón, ¡y cuando lo escuches, te ruego que consueles a tu sierva! Pues llevo un peso insoportable, ya que se me manda corregir las torpezas de mis hermanas, cuando ni siquiera puedo evitar los peligros que me atacan por todas partes, aunque sea en pequeña medida.

Así que, cuando salgas a ver al rey Salomón en su esplendor, ¡recuerda todo lo que te he pedido con todo mi corazón! Adiós.