Epístola 217: R217: Maestro Udo von Paris a Hildegard von Rupertsberg

Udo, maestro de París, a Hildegarda:

A la señora Hildegarda, excelsa virgen de Cristo. V., humilde e indigno maestro de París, en nombre y en el lugar que ocupa, le envía sus oraciones y todo lo que se considere digno de tan santa y noble persona. Porque tú, señora, te has hecho sierva de Cristo, y Él te ha elevado por encima de ti misma, y se cree que te ha revelado en parte los secretos del tálamo virginal, aunque aún estás en la carne, de modo que se te cree una de aquellas sobre las que se canta: "El rey me introdujo en su cámara." Pero dado que la profética y fiel alma dice y repite: "Mi secreto es para mí," y porque el rey Ezequías, que abrió las cámaras de los perfumes y los tesoros del templo a los mensajeros de Babilonia, ofendió gravemente a Dios en esto, bienaventurados aquellos que nos sobrepasan a los pecadores tanto que pueden escudriñar las cosas celestiales, deben en sus caminos esperar el espíritu de discreción de aquellos que han avanzado más por la tentación que por la revelación, dada por Dios. Y también aprender de los hombres sobre sus visiones, qué deben expresar y qué deben callar. Pues, así como Dios dispone de su don por la humildad, algunos lo sellan y no revelan aquello que podría conmover la institución apostólica y eclesiástica. Considera esto, mujer prudente, porque la mujer que teme a Dios será alabada. Se dice que, elevada a los cielos, ves muchas cosas y que revelas muchas a través de la escritura, y que incluso produces nuevos cantos, sin haber aprendido nada de esto. No nos asombramos de ello, pues no excede la pureza y santidad que posees, sin las cuales tales cosas no pueden ser comprendidas por el hombre. Sin embargo, podemos saber que lo que allí se revela acerca de los santos insinúa la gloria, y lo que aquí hacen exige la forma de la humildad. Aunque estemos lejos de ti, confiamos en ti y te pedimos algo: dado que muchos disputan sobre si la paternidad y la divinidad de Dios no son una, dinos lo que en los cielos sientes al respecto y no demores en transmitírnoslo. Que tu amor nos sostenga.