Epístola 119: R119: Preboste H. von Hördt a Hildegard von Rupertsberg

Preboste en Hördt a Hildegarda.

A Hildegarda, su beatísima señora y, si se atreve a decir, queridísima madre, H., prelado en Hördt, aunque indigno y devotísimo siervo de su santidad, junto con todos los suyos, le ofrece obediencia, oración y la más devota servidumbre. ¿Qué acciones de gracias, señora y santísima madre, podríamos ofrecer dignamente a vuestra piedad, que no quiso prestar atención ni a la excesiva debilidad de vuestro cuerpo ni a la dificultad del viaje debido a la extrema dulzura de vuestro corazón, y que se esforzó por alegrarnos con una visita repetida?

Porque la gracia del Espíritu Santo no conoce demoras. Por lo tanto, vos, esposa amada y elegida del Rey supremo, que sois digna de escuchar los elogios especiales de su alabanza por la clemencia del mismo esposo, "He aquí, eres hermosa, amiga mía, he aquí, eres hermosa, tus ojos son como palomas". Vos, coronada con múltiples guirnaldas de virtudes, entre las hijas de Jerusalén, desprendéis el buen y suave olor de Cristo como un lirio entre espinas, brillando como una luz celestial entre las tinieblas de este mundo, aportáis a nosotros, pecadores, consuelo de esperanza cuando tantas veces nos habéis otorgado la gracia de vuestra visita materna.

Aunque somos como los publicanos de aquel evangelio, y no somos dignos de levantar nuestros ojos al cielo, sin embargo, cuando merecemos escuchar a través de la palabra de vuestra boca la voz de aquel que habita en vos, el Señor Cristo, nos sentimos consolados. Por lo tanto, damos humildemente gracias a Cristo el Señor, quien se digna consolarnos a nosotros, indignos, a través de vos, y os suplicamos humildemente, nuestra señora y madre, que dignéis rogar por nosotros pecadores a aquel que os ha introducido en la cámara de sus misterios, para que, por la intercesión de vuestros méritos, se digne liberarnos clementemente de nuestros pecados y enemigos, y nos conduzca con vos al puerto de la eterna beatitud y seguridad, del naufragio tormentoso de este siglo.

Que el Señor os preceda con bendiciones de dulzura, y que el Padre de toda consolación escuche vuestra oración por nosotros. Humildemente saludamos a través de vos a la comunidad de santas que fielmente sirven al Señor Jesucristo con vos y bajo vuestra dirección, y nos encomendamos suplicantes a sus oraciones, deseando con toda devoción vuestra respuesta escrita.