Epístola 253: R253: Adalbert von Disibodenberg a Hildegard von Rupertsberg

Adelbert, prior en el monte de San Disibodo, a Hildegard:

A Hildegard, verdaderamente llena de la gracia del Espíritu Santo:

Adelbert, monje indigno y prior del monte de San Disibodo, junto con los hermanos de ese lugar, os desea ascender de virtud en virtud y ver al Dios de los dioses en Sión.

Mientras envías palabras de amonestación a tierras lejanas y haces que muchos deseen el camino de la rectitud, nosotros, que te conocemos casi desde la cuna y entre quienes viviste durante muchos años, nos asombramos de que nos prives de las palabras de tus visiones celestiales, cuando estamos sedientos de ellas. Sabemos cómo te educaste entre nosotros, cómo fuiste instruida, cómo viviste; porque no te dedicaste a otra cosa que a la labor femenina, y no fuiste instruida en otros códices más que en el simple salterio, y sin reproche amaste una vida buena y santa. Pero la divina piedad te impregnó con el rocío celestial como quiso, te reveló la grandeza de sus secretos, y aunque deberíamos alegrarnos contigo por ello, Dios te arrebató de nosotros en contra de nuestra voluntad y te llevó a otros hombres. No podemos entender ni saber por qué lo hizo, pero lo sufrimos con gran perturbación, tanto queriéndolo como no queriéndolo.

Esperábamos que en ti estuviera la salvación de nuestro lugar, pero Dios dispuso algo diferente de lo que deseábamos. Ahora bien, dado que no podemos resistir la voluntad de Dios, cedemos a ella y nos alegramos contigo, porque hasta ahora has revelado, por divina revelación, muchas cosas invisibles e inauditas, y has abierto lo que estaba cerrado. Pues, llena del Espíritu de Dios, escribes muchas cosas que no aprendiste de hombre alguno, cosas que los santos y doctos varones admiran.

Por lo tanto, aunque estamos lejos de ser santos, pues somos pecadores, suplicantes rogamos que, tanto por la gloria del Señor como por la antigua y justa familiaridad, te acuerdes de nosotros, nos ofrezcas palabras de consuelo y nos ayudes ante Dios, de modo que lo que nos falta, Dios lo supla por los méritos de tus oraciones. Que estés bien.