Epístola 60: R60: Hildegard von Rupertsberg a Eberhard von Eberbach

En respuesta a Abad de Eberbach, de Hildegarda:

El que es dice: La luz serena ve el establo y la comida establecida para cada congregación, que tiene su oficio en su ministerio, distribuyendo el alimento de la refección con justa moderación, para que no falte la alegría del alma a los fieles que a ella se adhieren. El administrador pastoral debe dar la espada en la vaina a las mentes más fuertes, y mostrar las flechas en la aljaba con los modales más suaves, y distribuir los aromas de las medicinas con una benevolencia capacitada. Pero los tiranos negros llevan látigos de destrucción. Un buen soldado lucha sin tedio de burla, y el sentido suave capta la suficiencia en el trabajo por el bien común, y los modales en el banquete, ceñidos en rectitud, están en todas las virtudes, de modo que tienen hambre de perfeccionar la justicia. Pero los más crueles y alejados de la noble madre misericordia matan a las ovejas sencillas que están en los atrios de la casa del rey. Ay, ay, los que así en la matanza enloquecen, están lejos de la casa del rey, a menos que se arrepientan, porque dispersan las ovejas del Señor. Pero tú, oh pastor, ten un rostro alegre en la miseria de los pobres que son pusilánimes, no capaces de tomar el arado de la disciplina. Los buenos y benevolentes, sé para ellos en armonía con el Espíritu Santo.

También cuídate de no adormecerte en la luz, sino que tu entendimiento esté vigilante y no sea doble en el sonido, para que no dictes una cosa en tu interior y suenes otra en el exterior. Los que hacen esto oscurecen su rostro en la oscuridad. Pero si después tiemblan de miedo porque en su corazón no comprenden lo que muestran en su rostro, son sacados de la infidelidad sacudidos en el arrepentimiento. Pero para ti, oh hombre, la refección será en el cinturón de tus lomos, donde tienes el verdadero deseo en tus manos, porque no descuidas el tesoro del verdadero dinero. La tierra duerme para ti, porque el naufragio del mundo no te hiere. Al final de tu tiempo, Dios te resucitará. Él te establecerá en gran honor. ¡Oh buen siervo, lo alabarás, y Él te salvará eternamente!