Epístola 279: R279: Monasterio von Höningen a Hildegard von Rupertsberg

De la Congregación del monasterio de Hunniensis. A Hildegarda.

Al templo del Espíritu Santo y a la reverenda y amada por Dios esposa de Cristo, Hildegarda, y a las hermanas de San Roberto en Bingen, maestras tan deseadas, toda la concordante congregación del monasterio de Hunniensis, con humildad e insistencia en las buenas obras, les desea ser elevados a la gloria eterna. Al ser rociados con la gracia de la opinión reveladora de ustedes, como con la flor inestimable del narciso del paraíso, nos deleitamos tanto que nos vemos obligados a decir, junto con el apóstol: "Gracias a Él, que siempre triunfa en nosotros", en quienes manifiesta el aroma de su conocimiento en todo lugar. Contemplando la totalidad del inmenso cuerpo de la Iglesia, en el cual un solo espíritu divide a cada uno según su voluntad, nos regocijamos en la exuberancia que fluye en la excelencia de vuestra santidad.

Porque, en efecto, os contemplamos después de los tiempos de los apóstoles como un cierto espejo de la piedad divina, por lo cual, en un momento de necesidad, huyendo como a un refugio firme e inexpugnable, os suplicamos que nos socorráis con vuestros consejos y oraciones. Pues nuestra orden, aunque somos completamente diferentes a vosotros en todo, es honrada y bendecida por vosotros. Así pues, nos ha sido informado acerca de vuestras obras, que brevemente y con claridad habéis concedido a los hijos de la Iglesia como si fueran riquezas deseables. Y como no carecéis de este don, postrados a los pies de vuestra santidad, todos en común imploramos la benignidad de vuestra piedad para que dejéis algo memorial sobre la regla de nuestro padre San Benito, algo que es sumamente necesario para nosotros.

Nos llaman mentirosos, perjuros, y transgresores de la regla mencionada, y despreciadores de los decretos sinodales. Esto sucede principalmente porque cada uno de nuestros prelados, según su capricho, desprecia tanto los cánones establecidos como la regla, de modo que, siendo ellos mismos ley, según el testimonio de esa misma regla, lo que quieren lo llaman santo y justo, y lo que no quieren, lo consideran prohibido. Por ello, somos llevados por cualquier viento de doctrina y nos vemos gravemente oprimidos por las presunciones de los hombres. San Agustín, aborreciendo esto, habla así de ellas: "Aunque no sea contra la fe, nuestra religión, que Dios en su misericordia quiso libre con poquísimos y manifiestísimos sacramentos de celebración, está tan cargada de serviles cargas que la condición de los judíos es más tolerable. Pues, aunque no conocieron el tiempo de la verdadera libertad, están sometidos a los sacramentos legales, no a presunciones humanas."

Por lo tanto, será más precioso que todas las riquezas del mundo, más caro que cualquier tesoro, si consideráis nuestra petición en esto, algo tan necesario para todos los claustros. Porque si expusierais toda la Sagrada Escritura, nada tan útil y tan querido nos podríais ofrecer. En cuanto al resto, orad por nosotros para que nuestra congregación, reunida en el Espíritu Santo, nunca sea perturbada por la maquinación de ningún fraude enemigo, sino que aquel que comenzó en nosotros la buena obra, se digne perseverar en nosotros, operando según su voluntad. Que vuestra amorosa maternidad prospere.