Epístola 117: R117: Abad N. von Selbold a Hildegard von Rupertsberg

Abad en Selbold a Hildegarda.

A Hildegarda, venerable sierva del Dios omnipotente, N., humilde y modesto proveedor en Selbold, te desea que reboses de toda la gracia de la generosidad divina y que después seas unida en el tálamo celestial con el Señor de todos los reyes, Jesucristo. Bendita sea la misericordia del Dios omnipotente, que en estos tiempos de iniquidad te ha dado a sus fieles como una lámpara resplandeciente en las tinieblas para consolarlos.

Habiendo escuchado durante mucho tiempo la fama de tu beatitud y habiendo reconocido desde hace tiempo que lo que se decía era verdad, me regocijo y me deleito tanto en tu beatitud que, aunque mi petición sea nada ante los ojos de Dios y pueda parecer una necedad y locura, siempre te tengo presente en mis oraciones. Pido y deseo que el Señor conserve siempre en ti los dones de su misericordia que te ha concedido, y que los aumente cada vez más, haciéndote compañera de sus santos en la gloria eterna.

Pero, puesto que no puedo llegar físicamente a tu presencia, la cual anhelo grandemente, humildemente te suplico a través de estas cartas, en la medida de mis posibilidades, y me postro repetidamente a los pies de tu bondad, para que no te niegues a orar con mayor diligencia al Dios omnipotente por mis calamidades y miserias. No dudo que todo lo que desees, lo puedas obtener del Espíritu Santo, que habita en tu santo corazón. Tampoco dudo que conozcas, por revelación, todo lo relacionado con mi situación, pasado, presente y futuro, a través de estas cartas.

Por ello, si en alguna medida la humildad de mi insignificancia me permite hacer esta petición, me postro con todo mi corazón y cuerpo a los pies de tu santidad, suplicando que, si no es contrario a tu voluntad, no te niegues a alegrar mi alma mediante tus escritos, ya sea amonestándome sobre el pasado y el presente, o advirtiéndome y previniéndome sobre el futuro y el final de mi vida.