Epístola 148: R148: Hildegard von Rupertsberg a Preboste C. von Bonn

Respuesta de Hildegarda.

Oh, hombre que amas el mundo y lo mantienes en tu voluntad según la comprensión de tus costumbres, eres como una tempestad que rara vez es clara y que, aunque no es demasiado peligrosa, a menudo te deja sin consuelo en tus asuntos. A veces, también, te ves oprimido por el tedio, la tristeza y la duda en todas tus causas. Por tanto, levántate e invoca al Dios de Israel diciendo: "Pruébame, Señor, y examíname; quema mis riñones y mi corazón". Esto significa: "Pruébame, Señor, por la fe y la esperanza, para que la fe sea mi ojo para ver y la esperanza el espejo de la vida; y pruébame en la buena obediencia como a Abraham, para que actúe en contra de mi voluntad, de modo que la abandone por ti y entre en tus mandamientos, y me convierta en tu amigo diligente".

A través de todo esto, quema mis riñones, que están inundados por los pecados con los que fui concebido, evitando que me engañen, porque actúo en mi contra, pero que siempre arda en el fuego del Espíritu Santo, y de día en día desee tu justicia y ascienda de virtud en virtud.

Oh, hombre, tu mente también es como una nube que no trae granizo ni lluvia, sino que se dispersa por el sol. Porque, debido a la seguridad de tus palabras y costumbres ligeras, no tienes la nube con granizo como la ira ni la lluvia como el conflicto, sino que cojeas en las buenas obras por el deseo de las cosas celestiales. Y por eso, purifica tu deseo con el temor de Dios en la buena obra, y así bésalo diciendo: "Inclina, Señor, tu oído y escúchame, porque soy pobre e indigente". Porque cuando realizas buenas obras, tocando a Dios con el beso de su amor, Él inmediatamente inclina su oído hacia tu deseo y oración y las cumple, como también resuena la palabra a través del oído.

Porque estás en gran necesidad y necesitas la ayuda de Dios, y también en gran pobreza, porque te falta completar el bien. Pero que Dios lo complete en ti.