Epístola 136: R136: Hildegard von Rupertsberg a Arnold I von Valcourt

Respuesta de Hildegarda.

La luz que vive en su totalidad dice: "Oh, tú, hombre, escucha. Había un valle que a veces se marchitaba y a veces florecía, pero no era estable en las hierbas que producen utilidad; era hermoso para la vista, pero no muy útil para la alimentación. Así es tu mente. Pues cuando te miras a ti mismo, pensando que no eres fuerte en tu buena conciencia, te marchitas como si no tuvieras esperanza. Y luego, cuando tu mente se eleva como una montaña de mirra e incienso, ascendiendo hacia el temor, te comportas como si estuvieras muerto en ti mismo, luchando con temblor por tu fuerza. Y entonces oras diciendo: 'Mis crímenes son demasiado grandes en las heridas de mis pecados'. Pero luego te debilitas en tu propia voluntad y te apresuras hacia lo mundano, y no realizas buenas obras practicándolas. Sin embargo, en tu mente tienes la intención de hacer buenas obras. Pero esas buenas obras no adquieren forma de claridad en ti porque te consumes en pecados. Por lo tanto, clama a Dios con buenas obras y Él te recibirá.

Escucha y mira para que te marchites en lo malo y florezcas en lo bueno. Clama comenzando a ver a Dios con buena voluntad y haz buenas obras en perfección. Quien realiza buenas obras ve a Dios, pero quien solo tiene la apariencia de hacer el bien es como un espejo en el que brilla una forma, pero esa forma no está realmente en él. Por eso, levántate y comienza a hacer buenas obras, y hazlas en perfección, y Dios te recibirá.

Pero tú respondes: 'Tengo preocupaciones mundanas'. ¿Qué clase de conversión es esta? Yo te muestro que debes tener misericordia, benignidad y la virtud que aplasta el orgullo, y que extiendas la mano a los que desfallecen, a aquellos que yacen en profundo dolor, y que perdones a los que te ofenden, para que no alimentes la idolatría, que es la avaricia, y para que no golpees el rostro de Dios, es decir, la felicidad que Dios ha dado a otro, para que no mates por envidia. Y vivirás."