Epístola 9: R9: Enrique I de Maguncia a Hildegarda de Rupertsberg

Enrique, arzobispo, a Hildegarda.

Enrique, por la gracia de Dios, arzobispo de la sede de Maguncia, a Hildegarda, amada maestra del monte del beato Roberto, el confesor, su gracia con afecto paternal.

Habiendo oído muchos buenos y admirables milagros sobre ti, debemos atribuirlo a nuestra pereza que no te visitemos tan a menudo como pudiéramos. Pero, impedidos por muchísimos asuntos, apenas y raramente podemos levantar nuestra mente hacia las cosas eternas.

Sin embargo, para llegar a lo que pretendemos, te hacemos saber que ciertos mensajeros religiosos de una noble iglesia conocida por nosotros han llegado a nosotros, rogándonos encarecidamente que la hermana que solicitan, que está contigo en hábito religioso, les sea concedida según su elección para ser abadesa.

Por lo tanto, te ordenamos con la autoridad de nuestra prelacía y paternidad que la presentes a quienes la solicitan y desean para su magisterio. Si lo haces, experimentarás nuestra gracia de Dios más de lo que hasta ahora has sentido. De lo contrario, te ordenaremos nuevamente y más fuertemente, y no cesaremos hasta que cumplas con nuestro mandato en este asunto.