Epístola 169: R169: Abadesa B. von St. Cyriakus in Erfurt a Hildegard von Rupertsberg

De la abadesa de San Ciriaco en Erfurt. A Hildegard.

Hildegard, espejo de santidad. B., indigna abadesa de las siervas de Cristo que habitan en el monte de San Ciriaco en Erfurt, que disfrutes de las alegrías de la claridad eterna. Se dicen cosas gloriosas de ti, sierva de Dios. Por lo tanto, te ruego que extiendas tu mano de oración hacia mí, quien está agobiada por el peso de los pecados, imitando a tu amado, quien extendió su mano hacia el leproso. Pues he sabido que has sido ungida con el aceite de la alegría por encima de tus compañeras. Por eso, con las rodillas dobladas, te suplico que, cuando hayas alcanzado las cosas celestiales y eternas y hayas entrado en el Santo de los Santos, te compadezcas de mis miserias, suplicando a tu Esposo y al mío por esta pobre alma, y reconciliando mis excesos con su gracia. ¿Cómo tendrías caridad, amada de Cristo, si te negaras a compadecerte de las debilidades de los demás? Así, pues, encomiendo a tu santidad a mí y a las hermanas que me han sido confiadas, y ora para que nuestros pies permanezcan en el camino recto, para que caminando perfectamente alcancemos el día de la alegría. Intercede por nosotras ante Aquel que nos esconde en el secreto de Su rostro, lejos de la perturbación de los hombres, para que se digne protegernos en Su tabernáculo del conflicto de las lenguas, y nos conceda el querer y el poder para cumplir lo que manda, Él que guarda la verdad para siempre. Por tanto, te enviamos la plenitud de nuestra fraternidad a tu santidad, y te suplicamos con todo el corazón que tengamos la certeza de tus oraciones. ¡Que la gloria de tu santidad prospere, florezca y tenga fuerza!